Emily, por Víctor Alfonso Arévalo Ramírez | @frank_alfonso5
Sentir, ver demasiado, saber demasiado
y sobre todo esperar algo
o sea, ser la mascota de la angustia o el perro fiel de la espera.
Da una mordida mordaz el sentido común al tiempo cuando se es consciente
del terror de la rutina -del va y del viene de las personas-
del va y viene de mí, yo -el otro que muere y resucita cuando quiere-.
¿Soñaba acaso Emily, un poco más de lo usual, escapar de la habitación?
La agorafobia, es un dulce beso del conocimiento.
Con un acantilado de por medio,
nuestras cavernas se miran.
De osar infringir el sólo otearse y acercarnos,
arriesgaríamos que la lumbre, dentro, cese
-aciaga es la noche sin su fulgor.
Pero este grillete de chispas
no impide que, con su sobra,
de uno a otro peñasco,
un será de aire, una promesa que ensucia el cielo
nos labremos.
Sombras, por Heller H. | @hellerheese
Hay un manto demasiado largo
Hay ojos que nacen en la muerte como si fuesen soles,
y acaban con las sombras al menos un instante;
Ruedan desde las cumbres ondulando el manto, rebasando, de los cuerpos, las almas.
Nos han visto largamente,
con los brazos del tiempo extendidos desde sus pupilas;
Nos han arrancado el aliento, y de los ojos, el brillo.
Del rostro del día y la noche se disuelve el tiempo de capa en capa.
Náufragos en nuestro hogar, vemos disolverse también, puertas y ventanas.
Habitación amplia, por Lisbeth Huaman |@amarilis_h
Habitación amplia, vacía y fría.
La ventana del dormitorio está en la penumbra
y yo estoy aquí, como cada madrugada, como cada mañana,
como cada noche, con el llanto desgarrador y desconsolad de los gatos techeros.
Esta habitación no es mía es amplia, vacía y fría,
hay espacio para dos y yo estoy sola, cerrando cortinas, abriendo las piernas
consolándome dulce y fríamente.
Me refugio después de todo, más allá de todo, más fuerte que todo,
cada noche y cada día, cada minuto
más allá de los 20 años y para siempre.