De pronto
la sorpresa, el giro, lo imprevisto.
El cuerpo aislado
desnuda su impotencia
mientras entra por la ventana
el silencio de la calle desierta.
Si no nos vence la espera,
la soledad
o la enfermedad
cuando volvamos a encontrarnos
extendamos nuestros brazos
con un gran deseo de abrazar.