César Rangel. Artista contemporáneo que apela a una intersección que he encontrado poco común: su obra oscila de lo minimalista a lo hiperrealista.
El subtexto de su obra contienen una carga mitológica, siempre hay un discurso y un título con el cual juega con el significado de las palabras y la musicalidad de ellas, Phillipo y Albacora son dos ejemplos que me vienen a la mente. Ambos títulos que comienza a exponer en esta cuarentena apelando a la mitología del caballo y del pez.
Definitivamente se trata de alguien versátil cuya trayectoria involucra escultura y fotografía. Las pinturas pueden ir desde un tallo del pincel en lienzo, como texturas, desde lienzos pequeños hasta lienzos que abarcan una pared, incluso juega con las percepciones escondidas, a lo que llegaré más tarde. Algo que además me parece fascinante es que se trata de un autor daltónico.
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Siempre me ha fascinado el daltonismo como fuente primaria de interpretación perceptual. La vista como aquél primogéntio de la estirpe con la que empezamos a tener diálogo con el exterior y así comenzamos a crear el mundo. Encima de esto, lo que es la historia del arte pone en museos y lienzos una narrativa de cómo ha sido vivida la humanidad a través de estas pulsiones de aquellos genios que a través de su destrucción, paradójicamente, construyen lo que es el espíritu de su tiempo. Las vanguardias como disciplina de la posguerra cuyo espíritu del tiempo (zeitgeist) es un discurso bélico lo que comienzan a poner en la mesa son retratos de destrucción o tergiversación. Un punto culminante de esta paradoja (construcción/destrucción) es el cubismo en el que, la figura humana se encuentra ya desmembrada y descuartizada; y, siendo redundante, como disciplina de la posguerra uno se pregunta si es el arte quien destruyó la realidad o fue la realidad misma quien se destruyó, ¿cuál es el retrato fidedigno?
Utilizo las vanguardias como punto de partida para obviar el argumento. Otro ejemplo sería el invento del punto de fuga en el renacimiento como ruptura de la pintura y cosmovisión del medievo.
Este meollo incrustado en un artista daltónico nos da mucho material de qué hablar.
De lo primero que encontré del artista fueron unas piedras azules y un catálogo cuya portada era un astronauta a carbón. Ambos trazos que no apelan a curvas, agresivos. Había ya mencionado algo sobre percepciones escondidas y es que, en lo abstracto y en lo ambiguo se encuentran formas, así como lo atiborrado y lleno de elemento pierde la figura. En una de sus obras, cuyos trazos minimalistas y texturas de blancos, retrata una tormenta, hay que poner mucha atención para comenzarla a ver y con ese juego se retrata el microscosmos del artista, uno se debe desvanecer del alrededor para sumergirse en la obra y poder ver la tormenta.
La escultura que se expone en la fotografía de arriba se encuentra una balsa en el agua. Algo que de lejos o sin el sumergimiento en la obra no se puede apreciar. Así como lo hace con las pinturas, sus esculturas también son un fenómeno sensorial.
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Dado el confinamiento ha hecho varias exposiciones desde una ventana tapiada que le ha funcionado como metáfora, alusión a una coyuntura en la que se cancela la oportunidad de salir.
Comenzando con Animales de otra certeza como Phillipo (que ya había mencionado) y, hasta ahora, el fin del mundo. Título que me es de afortunadísimo por aquél discurso con el que comencé hablando del daltonismo. Las imágenes las expone en un cuarto con paredes blancas y aquella ventana tapiada en la que el mundo, como premisa, se ve ya terminado, no obstante anuncia, apenas, el fin del mundo. El mundo una vez más, desde la percepción de un artista, se anuncia como un fin.