Dentro del mundo de las artes han existido obras y maestros que han dejado una huella imborrable en la cultura humana. Algunas de estas obras se encuentran inmersas tras un grueso pero elegante velo de metáforas, alegorías y significados ocultos. Una de estas piezas enigmáticas es El Bosco (Jheronimus Van Aken, 1450- 1516) y “El jardín de las delicias”, una pintura que ha inspirado a surrealistas y creadores desde hace mucho tiempo y que actualmente se encuentra en el Museo Nacional del Prado.
¿Fue tan sólo una alegoría, una desbordada advertencia al pecado de la humanidad, una guía sobre los deleites de la carne, o tal vez un fiel testimonio de aquellos otros mundos que se encuentran por encima y por debajo del nuestro?
Todo recuerda a las enseñanzas alquímicas del pasado que lograron sobrevivir ocultas en la cultura y el arte a través de los siglos.

El jardín de las delicias / El Bosco
La obra
El Bosco, aproximadamente en 1503, creó un tríptico magnífico por encargo del casamiento de Enrique III, y el cual tenía por intención plasmar una guía sobre la vida cristiana dejando en claro las diferencias entre lo bueno y lo malo, el pecado, los placeres carnales efímeros y el terrible castigo en los infiernos.

De esta forma, El Bosco creo culminó una pintura magistral, onírica y fantástica al respecto de algunos temas religiosos mostrando figuras y alegorías de difícil comprensión para el profano.
El jardín de las delicias, como lo conocemos en la actualidad, está divido en varias escenas que forman parte de un todo. Cada una de estas partes cuenta con escenarios, personas y metáforas propias que aluden a la imaginación delirante y al secreto hermético más sagrado.
El tríptico cuenta con cuatro momentos:
(Cuando el tríptico está cerrado)
-El Tercer día de la creación o la creación del mundo
(Con el tríptico abierto)
-El paraíso celestial o la presentación de Eva a Adán
-El jardín de las delicias terrenales
-El infierno o el castigo de los pecadores
Algo interesante que se debe mencionar sobre el tríptico, es que pese a su carácter moralizador, no fue ideado para pertenecer a alguna iglesia. Además, aunque tiene tres partes, representando la magnificencia del “número tres” como la perfección (padre, hijo y espíritu santo), la cuarta escena, la cual se muestra cuando el tríptico está cerrado, refuerza el carácter religioso al incluir la Dios creando al mundo.
Aunque “El jardín de las delicias” sea un nombre embriagador y romántico (pese a que la intención del Bosco fuera la de condenar el pecado) esta pintura ha tenido otros nombres curiosos alrededor de la historia. Algunos de ellos han sido:
- Una pintura de tabla al óleo con dos puertas de la variedad del mundo cifrada con diversos disparates de Jheronimus Bosco que llaman del madroño.
Otro nombre fue:
- La otra tabla de la gloria vana y breve gusto de la fresa o madroño y su olorcillo que apenas se siente cuando ya ha pasado, es la cosa más ingeniosa y de mayor artificio que se pueda imaginar.
También se le ha llamado:
- Pintura de la creación del mundo
- De los deleites carnales
Y más recientemente fue que se le nombró
- El jardín de las delicias terrenales
Una vez que conocemos los datos generales de la obra, llegó el momento de internarnos en cada una de sus fantásticas y surrealistas escenas con los secretos que estas conllevan.
Las escenas del jardín
La creación del mundo
La primer impresión que El Bosco quería transmitir era” El Tercer Día de la creación” la cual surge cuando el tríptico está cerrado.

En esta escena se muestra un mundo gris, con el orbe sumergido entre las aguas y la bóveda celeste cubriendo el espacio. Dentro del orbe (haciendo alusión a una tierra plana según concepciones de la época) hay muy poca vegetación, aunque ya se perciben las fantásticas formas de las plantas, flores y frutos). Una figura clave de la escena sobresale si se presta atención a la esquina superior izquierda: aquí se encuentra a Dios Todo Poderoso, con libro en mano, el cual está orquestando la creación del nuevo mundo. Arriba de Dios se encuentran dos frases en latín que remarcan la fuerza del momento de la creación:
Él lo dijo y todo fue hecho
Él lo mandó y todo fue creado
Aunque toda la escena fuese representada en una gama de grises, las plantas y las aguas representan a la fertilidad, más adelante florecería en colores y movimientos intensos.
El paraíso celestial
Una vez que el tríptico es abierto, un abanico surrealista de colores y formas se lanza contra el espectador que queda en un estado de embriagues placentera. La escena lateral izquierda expresa un mundo nuevo y perfecto, con animales y plantas fantásticos conviviendo en un perfecto orden. Estos seres coloridos, bellos y hasta monstruosos no se asemejan a los animales que hallamos en nuestro mundo profano, ya que estas criaturas especiales son los animales propios del paraíso perfecto de Dios.

Al centro de la escena se encuentra Dios, el cual se asemeja a Cristo y además vestido con ropajes rosados. A ambos lados de él se encuentran dos figuras desnudas: a la izquierda está recostado frente al árbol de la vida Adán, y a la derecha se encuentra Eva, en una postura sumisa. Dios está presentándole a Adán a su pareja y explicándole el sacramento del matrimonio. También se hace referencia a que al humano le fue concedido el dominio del mundo entero: de las aguas, la tierra, los cielos, las plantas y todas las demás criaturas.
Ante esta escena, se han desentrañado algunas interpretaciones religiosas que se adaptan exclusivamente al contexto histórico en el que fue creada la pintura. Por ejemplo, si esta escena se divide a la mitad, justo en medio de Dios, se logra una interpretación sobre el lado de Adán y el de Eva, en otras palabras, el bien y el mal, lo puro y el pecado, la castidad y la seducción.
Del lado de Adán se encuentran animales fantásticos como los unicornios, elefantes, ciervos, y otros animales cuyo emblema es el cuerno (símbolo masculino).
Por otro lado, del lado de Eva se encuentran la roca estéril, una roca que forma un cráneo que llora, el árbol con la serpiente enroscada, una tumba y algunas alimañas y otros animales orgullosos con semblantes soberbios.
Esta distinción hace referencia a la dualidad del universo, del cuerpo y del alma, y para comprenderla se debe profundizar más allá de la simple apariencia y no caer en el significado superfluo de las figuras. Evitemos ese error.
El jardín de las delicias terrenales
La escena central de la obra está llena de sensualidad, erotismo, pecado y figuras exquisitas. El deseo y el placer han gobernado a la humanidad entera, la cual se entrega a los más excéntricos derroches.

Aquí las personas se encuentran desnudas pero nunca solas. Siempre están acompañadas o en parejas. A esta entrega sexual se unen de igual forma animales plantas exóticas y fuentes retorcidas como piezas clave del simbolismo que El Bosco trasmite con sus trazos.
Sin embargo, en medio de esa efímera perdición carnal, hay una pareja que se encuentra vislumbrando las múltiples escenas de depravación y agonía sexual: Adán y Eva, expulsados del paraíso ahora y completamente vestidos, miran tal desatino y la entrega maligna de la humanidad a sus deseos.
En todos lados de la escena abundan las figuras fantásticas, los cuerpos suculentos, las alegorías del pecado y color, mucho color. Esta parte de la historia le da nombre a la obra: El Jardín de las delicias.
Encima de las aguas de un estanque rebozan bellas mujeres que son acosadas por una manada de hombres montado en bestias monstruosas y vigorosas. La fuerza del momento hace resaltar la gravedad de los pecados: esa aparente felicidad solamente es una ilusión y El Bosco fue muy específico en plasmarlo: los pecados engañan a los sentidos tras un placer momentáneo. Más tarde, esas ofensas son castigadas de maneras inimaginables y hasta oníricas.
El Infierno
Finalmente la pintura abre la cortina sobre los horrores que esperan a los pecadores en el infierno. Toda felicidad efímera se ha fundido. Solamente permanecen las más horrendas apariciones que hacen delirar a los condenados. Hay muerte, tinieblas, tormentos y extraños artilugios musicales.

Algo característico de esta escena es la presencia de instrumentos musicales cuya finalidad no es la de seducir ni excitar los sentidos con dulces sonidos. Ahora se les tortura con terribles tonadas envueltas en las más delirantes figuras que recuerdan frutos y órganos monstruosos.
La escena es protagonizada por un extraño “hombre árbol” hueco, el cual reboza simbolismo esotérico. Sus pies a manera de troncos terminan en extraños barcos. Sus ramas se enredan hasta perforar su tórax. En su interior se encuentran curiosas como una figura atendiendo un tonel, una extraña mesa repleta de hombrecillos inquietos, un hombre en estado melancólico al borde del torso mirando perplejo el entorno de monstruos, animales bestiales y pecadores condenados a combatir en una danza macabra en medio de las más perturbadoras poses y acciones surrealistas. Este hombre árbol tiene una especie de sombrero con un extraño “estómago musical” mientras está rodeado de criaturas de ensueño que parecen dirigir la melodía en todas direcciones.
Todo este mundo está sumido en penas, neblinas y extraños fuegos que recuerdan a calderas, hornos y bocas de volcanes. Para donde se pose la mirada hay un tormento para cada uno de los pecados: la lujuria, la avaricia, la gula, el asesinato, la traición y el deseo. Incluso se hacen presentes elementos de la iglesia que hacen referencia a que El Bosco bien sabía que esta institución se encontraba plagada de pecado.
También se hace tangible el constante arrebato de las bestias contra los pecadores. De igual forma se ubican batallas, desmembramientos y el uso de raros mecanismos para torturar en la tierra, el agua y el aire.
La luz y la música, elementos asociados con la belleza y la divinidad, aquí son elementos de muerte y tormento. Muy lejos parece aquella escena del paraíso donde las criaturas, las fuentes y la vegetación convivían en plenitud. Este mundo estrafalario, fantástico pero demencial, representa el tormento eterno al cual son condenados los pecadores tras dedicar su vida a placeres efímeros.
La visión de El Bosco
Cuando un espectador se asoma al mundo de El Bosco, puede encontrar extraños significados dentro de figuras sorprendentes y fantásticas. Sin embargo, aunque sus obras como El Jardín de las delicias representan una guía de la vida cristiana, el hecho de que el pintor conociera de qué manera el humano puede perderse en el camino del pecado, quiere decir que el autor también lo había recorrido en varias ocasiones.
Actualmente los secretos de la pintura continúan dando de qué hablar en el mundo del arte. La calidad de los trazos, el profundo esoterismo de las escenas sobrepasan la mera intención de querer servir como una guía cristiana. La gran parte de los significados continúan ocultos para el mundo profano.
Más de uno se ha perdido soñando en medio de este jardín efímero y cada uno puede obtener una impresión distinta de cada escena. Sin embargo, de vez en cuando el espectador puede abstraer algún significado oculto que va más allá de las escenas de salvación y pecado que El Bosco plasmó a simple vista.
Estaríamos hablando de un significado que se aproxima a un libro de Alquimia o quizá algo más. El mundo está lleno de misterios, y el arte está plagado de secretos ocultos a simple vista. El Bosco sabía muy bien lo que hacía al momento de transmitirnos tales escenas oníricas cuyo significado es un privilegio al cual pocos pueden acceder.
