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Ensayo Glosolalia articulada

Neil Gaiman | Entre fantasía absurda y realismo mágico

Sin duda alguna, el cerebro de Gaiman es una explosión de mundos que logra esclarecer para poner en tinta y papel un pastiche de narrativas que puedan coexistir en el mismo cuerpo de la novela, una narrativa muy ambiciosa.

Neil Gaiman es un autor polifacético que va desde la estructura de los cómics hasta documentar a través de un reescritura, la mitología nórdica, también es una figura que se encuentra muy vinculada al cine: han adaptado Stardust, Coraline, How to talk to girls at parties así como colaboraciones en guión: Beowulf y la adaptación al inglés de Princesa Mononoke, y cada vez aparece más en la pantalla chica, Good omens y American gods tienen ya su adaptación en Amazon Prime y, antes de la pandemia, se había anunciado una adaptación de The Sandman.

Sin haber leído toda su bibliografía creo que he leído lo suficiente para ver un tema común del autor, por una parte se encuentra su apasionante búsqueda por las mitologías del mundo, en American Gods explota esta indagación así como su spin-off, Anansi Boys. En la co-escritura con Terry Pratchett Good Omens también denota el trabajo de documentarse con la mitología popular que es la católica, cosa que también hizo en The Sandman conjeturándola con la mitología griega. 

El humor absurdo y lúdico también lo explota gracias a que tiene una vena en la literatura infantil o esta suerte de narrativa a la que se le etiqueta como juvenil. Sí, en Good Omens se nota la pluma del humor absurdo del creador de Discworld Terry Pratchett (quien parodia y satiriza el universo de Tolkien con magos incompetentes, borrachos y turistas perdidos en un mundo que no les compete); no se puede decir que Gaiman sea un autor del absurdo per sé aunque se han notado estas influencias, especialmente en su libro “infantil” Fortunately the milk, un disparate de aventuras burlándose de un papá que no regresa a su casa porque “salió a comprar leche”. 

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Como un milenario educado por el internet, en momentos de ocio sólo se juega con el buscador de google en donde, queriendo que esta plataforma me recomiende libros, busqué <<realismo mágico>>. El buscador no me dio las respuestas que buscaba y no tenía gran certeza o simplemente no coincidía con lo que yo considero realismo mágico, no obstante, una de las recomendaciones fue El océano al final del camino. Libro que ya había leído y que, por cierto prejuicio que se tiene de acomodar los libros por autores y no necesariamente por el género, no había pensado en que este libro perteneciera junto a Baricco o Petrovic (considerando que el Realismo Mágico de la generación del Boom se cuece aparte), sin duda leí algo distinto a lo que estaba acostumbrado de Gaiman, cuya odisea comencé con American Gods.

Sin duda alguna, el cerebro de Gaiman es una explosión de mundos que logra esclarecer para poner en tinta y papel un pastiche de narrativas que puedan coexistir en el mismo cuerpo de la novela, una narrativa muy ambiciosa. 

El océano al final del camino resulta ser muy personal, cosa que, a pesar de que el autor puede llegar a asomarse entre sus páginas, aquí parece una novela nostálgica que comienza con un personaje adulto regresando a su lugar de infancia, como si el mismo Gaiman hubiese regresado a aquella granja de los Hempstock. 

Sin ir hacia la mitología y la magia con personajes poderosos, este relato contiene una sutilidad bastante bella que parece que el libro, tomando otro camino del canon de su literatura, se convierte en realismo mágico. Cuando el narrador se trata de un niño, los elementos mágicos tienen un carácter subjetivo, a diferencia de un narrador omnipresente que no está contando recuerdos.  

El protagonista, un niño de siete años, sin nombre, ya no se encuentra en el meollo de una odisea como Shadow Moon (American Gods) quien, de repente, sin mucho aviso, tiene que lidiar con un duende bastante alto, una esposa “zombie” y el mismo Odín. Este protagonista anónimo es fanático de la saga de C.S. Lewis, Narnia, así que ya no hay un protagonista inmerso en el género de fantasía, sino que lo lee, y la mitología se encuentra como un canto mitológico, las Hempstock son quienes cuentan sobre la edad de aquél recinto —y—, Lettie Hempstock, aquél amor platónico de su infancia, dice que el pozo de la granja es el océano. 

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A pesar de que en Coarline ya había jugado con la metáfora y la magia (me parece que es dentro de esta ambigüedad en donde se distingue el realismo mágico), en El océano al final del camino   juega con el olvido y el recuerdo y, aunque aparezca la magia de manera explícita, a través de seres inverosímiles, no la explota de tal manera como lo hace con barcos voladores, ciudades subterráneas, reinos del sueño, seres inmortales, ángeles y demonios siendo amigos (tal vez amantes) o piratas intergalácticos. 

Tal vez cuando tenga una bibliografía más recorrida de este autor pueda encontrar más realismo mágico o confirmar que su canon es, en efecto, tal fantasía que ha trabajado por su evidente gusto a las mitologías. Éste, no obstante, se trata de un libro nostálgico en el que Gaiman se asoma y se desnuda como escritor tergiversando sus recuerdos de la infancia y dedicándoselo a su esposa, tal vez siendo el libro más personal de Gaiman. 

Por Diego Pacheco

Egresado de filosofía (eso dice mucho).

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