(A Dolores Padilla)
Mi mariposa se vuelve vieja,
sus poros empiezan a secarse,
astillados se vuelven sus dientes
y sus manos, ventarrones de un
pronto cambio de estación.
Todos sus cabellos se quiebran
cuando intenta hablar, sus ojos
ya no besan de la misma manera;
sus pestañas se ahorcan con el
pasar del tiempo y su lengua duerme
entre sabanas de miel.
Almohadas flácidas ya son sus pechos,
cuna de generaciones su estropeado
vientre, piernas de ciervo que no
puede andar y las plantas de sus pies,
colectoras de piedras y espinas.
Mi mariposa se vuelve vieja,
sufrió una segunda transformación,
ahora aletea por otros rumbos
y su capullo en mis manos, dejó.