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Elizabeth Reinosa Aliaga | La cadencia diáfana de la poeta musical

Aunque continúo indagando en el recuerdo, el ritual se ha transformado: ahora es un acto que va de lo tierno a lo salvaje, un ejercicio intenso de construcción y derrumbe.

Me gusta la música que con las palabras hace Elizabeth Reinosa Aliaga. Cuando la comencé a leer, descubrí una voz madura en una casi niña. Entonces supe que esos versos anunciaban una gran escritora y al cabo de los años, la fuerza que ella misma ha ido experimentando en su poesía y su narrativa, la manera en que ha logrado irrumpir en su entorno, han confirmado mi casi profecía. Elizabeth Reinosa Aliga (Granma, Cuba, 1988), tiene la fortuna de ser escuchada por su generación y las generaciones subsiguientes de poetas. Ello le ha permitido ser reconocida en no pocos certámenes, con lo que podemos decir, ha sido multipremiada. Pero lo merece. En el año 2018 puede escucharla, entre el público que asistió al Festival Internacional de Poesía José María Heredia, cuando fue nombrada visitante distinguida de la ciudad de Toluca. Desde entonces, debo confesar, me he vuelto un asiduo consumidor de su música poesía. Clara y preclara, diáfana y corrediza, hasta casi ser agua; de envidiable soltura y certeza en la imagen, y con un marcado gusto por el juego de las formas. Curiosamente, Elizabeth estudió ingeniería informática, aunque de fondo parezca más una alquimista. El primer premio que ganó, en su natal Cuba, fue el Premio Nacional José Antonio Echeverría, a éste le han seguido bastantes más, entre los que destacan el Premio Guillermo Cabrera, el Iberoamericano Décima al Filo, el Francisco Riverón Hernández  y el Premio Internacional Voces Nuevas de la Editorial Torremozas, cuya sede está en España. Su espíritu inquieto la ha llevado a incursionar con fortuna en la narrativa y la literatura infantil. Entre los libros que ha publicado, se pueden contar En la punta del Iceberg (Editorial La Luz, 2011), Las Seis en punto (Editorial Sed de Belleza, 2017), Brújulas (Editorial La Luz, 2018), Líneas de tiempo (Editora Abril, 2019) y este año acaba de publicar, muy recientemente, el poemario para niños Zooilógico (DMcPherson Editorial, 2020). Su obra ha sido reconocida y publicada en Cuba, México, Chile, Argentina, Estado Unidos y España.

  • Elizabeth, vienes con un nuevo libro bajo el brazo, y es de narrativa  infantil, platícanos sobre tu Zooilógico.
  • Cuando comienzo a escribir un libro, incluso cuando lo termino, no pienso en el destino que tendrá, ni siquiera lo sospecho. Casi siempre, en medio del proceso de edición o al tener el libro en mis manos, experimento una especie de pudor o miedo escénico. Con Zooilógico me ha ocurrido algo así, una sensación de indefensión frente al lector, y en este caso, por ser para niños, de mucha responsabilidad. Es un libro escrito hace más de cuatro años, por alguien que ya no soy, por eso puedo hablar de él sólo desde cierta distancia. Zooilógico fue concebido, inicialmente, como un juego. Parte de la diversión, de mi deseo de mostrar un mundo donde todo parece reinventarse constantemente. El escenario es solo un pretexto para comunicar ese juego aparente. Detrás de los personajes hay guiños, ironías, reflexiones que serán completadas en un diálogo con niños y adultos. Una veintena de textos breves, algunas décimas, estructuras que creé a partir de juegos de rimas. Zooilógico es un cuaderno trampolín, ya que, como autora, me ha permitido salir (de un salto) de mi zona de confort, y replantearme lo que deseo expresar en la literatura para niños.
  • ¿Cómo se dio tu acercamiento con la literatura infantil?
  • El primer acercamiento fue como lectora, por supuesto. Nunca podré olvidar lo que experimenté al leer por primera vez Las aventuras de Tom Sawyer, El Corsario Negro o El libro de la selva. Con Mark Twain, con Salgari, con Kipling comencé a recorrer las páginas de la literatura infanto-juvenil.  Como autora, fue mucho después. En el año 2010 leí Sarubí, el preferido de la luna, una novela para niños del escritor cubano Emerio Medina. Me gustó cómo Emerio se alejaba de lo urbano y regalaba una historia con conflictos inherentes al público infantil. En ese momento yo también quise abrir una puerta a personajes que se movieran en un mundo de fantasía. A finales de ese año terminé Las Seis en punto, una historia que tiene como ejes centrales la magia y el discurrir del tiempo, temas que todavía me apasionan.
  • ¿Hay raíz negra en tu poesía?
  • Es algo de lo que no estoy completamente segura. Más bien lo intuyo a través de susurros, de pequeñas sacudidas dentro del verso, a veces tambores, a veces lejanas remembranzas de movimientos y colores. Cada día estoy descubriéndome. Es un largo viaje hacia el interior.  Un camino lleno de preguntas y cuestionamientos. Pero para mí es imposible explicar el entramado que conforma mi escritura, le temo mucho a las certezas y a las autodefiniciones. Por eso imagino las raíces, las construyo a partir de la memoria: las voces del cuerpo y las del sueño.
  • Has representado a Cuba en algunas ferias y encuentros internacionales de literatura ¿cómo has vivido esta experiencia?
  • He tenido la suerte de participar, de manera presencial y virtual, en varios encuentros literarios del continente, y ha sido con mucho interés de escuchar, de descubrir personas, estéticas y sensibilidades. Cuando esos encuentros  han sido animados por el diálogo y la transformación, regreso esperanzada. La vitalidad que puedo encontrar en ellos, me resulta muy útil. Sobre todo porque esa interacción social me permite entender mejor la realidad.
  • ¿Un parteaguas tu visita a Toluca?
  • El festival de Toluca fue un encuentro de voluntades: del Ayuntamiento de Toluca que apoyó financieramente el evento; de Jorge Contreras que fue el alma que hizo posible toda esa magia; de cada uno de los poetas que participamos —algunos cruzaron el Atlántico para asistir al encuentro—; pero también del público toluqueño que nos recibió con tanto cariño y abrió todas las puertas para que la poesía fuera posible. Yo disfruté enormemente la visita a las escuelas. Fui a una preparatoria y quedé sorprendida y encantada con el interés que mostraron los alumnos ante nuestra poesía. Esto me sirvió para entender mucho más la importancia de lo formativo de estos encuentros y la necesidad de potenciar los programas de lectura y el intercambio entre los escritores y los niños y jóvenes, en una experiencia comunitaria que fortalezca sus vínculos con la poesía y la literatura en sentido general.
  • ¿Qué importancias tienen estos festivales y ferias para un escritor?
  • Estos eventos son muy importantes para establecer nexos entre los escritores y sus públicos. Representan una vía de superación colectiva, siempre que estimulen un intercambio real y no se conviertan en una vitrina de exhibiciones. Para esto, es esencial poner la literatura al servicio de la comunidad y lograr establecer entre los poetas una sintonía que trascienda las fronteras geográficas.
  • En el mismo sentido ¿Qué han significado para ti los diversos premios con los que te han reconocido?
  • He recibido cada uno de esos premios con alegría porque representan un reconocimiento a mi trabajo. Los he aceptado con la mayor humildad y responsabilidad ante la escritura. No representan una meta sino un estímulo para comenzar de nuevo y dar lo mejor de mí en cada línea.
  • ¿A cuál de tus múltiples premios le guardas mayor cariño hasta ahora?
  • Esos reconocimientos han servido de impulso, y están atados a diferentes etapas de mi vida. Creo que cada uno llegó en el momento justo, cada vez que perdía las esperanzas de ver publicado algún libro. Así que no podría elegir uno, tomando como criterio el cariño. Puedo decirte que el que más sorpresa me causó, fue la beca de creación Can Serrat (España, 2020), porque apostaba por un proyecto de novela que yo misma no había dimensionado y, aunque todavía queda mucho camino por andar, me impulsó a redoblar los esfuerzos durante más de un año hasta tener listo el primer borrador.
  • ¿Porqué eres tan musical?
  • Aunque cada género me demanda una cadencia distinta: el ritmo de la décima no lo siento cuando estoy frente al verso libre, y el de éste último lo olvido cuando estoy ante la narrativa, creo que hay un factor común: el espacio en blanco, el enorme silencio que contiene los susurros de la tierra, de mis ancestros, de mis vidas pasadas. El origen de esa musicalidad es el silencio.
  • ¿Cuál es tu panorama de la literatura cubana contemporánea?
  • Creo que te refieres a la más reciente literatura cubana, la cual visualizo como un abanico de géneros, de estéticas, una polifonía que resulta interesante. Hablar de una literatura cubana no es referirse a una literatura demarcada por los límites de la isla, sino una referencia a puntos (de un mapa) diseminados por el mundo, y  señales de un fenómeno literario que no puede ser resumido en temas, formas y/o posturas políticas. Esto solo te lo puedo decir desde mi visión como lectora, y como autora que participa del fenómeno desde adentro, por supuesto. En esa búsqueda constante de lecturas, de autorreconocimiento en las obras de mis compatriotas he podido percibir un panorama esperanzador. Reconozco a autores que ya representan voces consumadas y otros que solo necesitan tiempo para madurar. También creo que es necesario que comiencen a escucharse, mucho más, las preguntas: ¿Qué estamos haciendo? y ¿Hacia dónde vamos?
  • ¿Crees que exista un diálogo verdadero entre los escritores latinoamericanos próximos a tu generación?
  • El diálogo entre los escritores de una generación, o al menos entre los que comparten un tiempo vital, se genera de manera espontánea. A través de la experiencia que se acumula al convivir en una época, al compartir aspiraciones y angustias, lecturas y divergencias.  En los eventos literarios y en Internet, se producen encuentros, acercamientos,  intercambios más inmediatos, que resultan vitales en esas  búsquedas y  descubrimientos de esencias, pero creo que a través de la realidad colectiva, del ejercicio literario y de la lectura, estos diálogos están teniendo mayor impacto.
  • ¿Qué ha significado para ti ser escritora en Cuba?
  • Escribir desde Cuba, mi país, ha sido siempre una moneda de dos caras. Por un lado, la dicha que implica poder hacer literatura desde mi espacio natural de creación y el respaldo de las editoriales nacionales para llegar al lector cubano. Por otro lado se impone el desafío de intentar conquistar otros escenarios, otros lectores. Pero llegar a las editoriales extranjeras no implica el descubrimiento de un mundo editorial totalmente desconocido para la mayoría de los escritores cubanos.
  • ¿Amante de la décima?
  • Amor que comenzó, si no con odio, al menos con una especie de rechazo.  Al principio pensaba que no se podían elegir caminos dentro de la décima, que todo estaba encapsulado de tal manera que entrar al cuadro de la estructura era entrar a una lucha con los brazos atados. Luego comprendí que para encontrar caminos diferentes, tenía que entender plenamente la construcción, construir para luego destruir o deformar. Ahora creo en las combinaciones. Las posibilidades dentro de la décima no son infinitas, se van agotando. En la estructura hay espacio para un discurso, para hacerlo con calidad y soltura, pero esto depende de las habilidades del poeta y de su capacidad de aprender de la tradición y de luego sortear los peligros de desandar el camino de los otros y el suyo propio.
  • ¿Hay perversidad en la literatura infantil?
  • Lo que encaja dentro de la perversidad es regido y modificado por la moral de cada época. A lo largo de la historia de la literatura, la perversidad como esa perturbación del orden o estado de las cosas, ha hecho posible los cambios de paradigmas e iluminado un trecho más de ese camino que constituye el conocimiento humano. A mi mente vienen obras como La historia interminable, Alicia en el país de las maravillas, Pippa Mediaslargas, y en ellos es un factor común el adentrarse en temas y formas que se salían de lo convencional. Aunque la perversidad puede ser una arma de doble filo, cuando se tratan con crudeza estos temas difíciles. La idea es pervertir los convencionalismos, los prejuicios. Que esa perversión sea a favor del niño. Por eso, la literatura dirigida a este público debe hacerse con extremo cuidado, sin didactismos, pero con ternura. Teniendo como premisas la búsqueda de la verdad, la investigación y el rigor con que se enfrenta la escritura. Creo que necesitamos una literatura infantil más esperanzadora, que no violente los procesos de crecimiento y maduración intelectual de los niños, sino que sirva de compañía y abra las puertas para que ellos puedan potenciar su imaginación y su capacidad de razonar y de cambiar el mundo.
  • ¿Cómo es eso de que eres ingeniera?
  • Desde niña supe que iba a ser escritora, pero decidí tomar otros caminos profesionales. Después de estudiar una Ingeniería en Ciencias Informáticas y  ejercerla durante cinco años, sentí que había llegado el momento ideal para saltar. Salté al vacío como un acto de liberación. No sentía lo mismo al escribir cien líneas de código PHP que al escribir un poema, cuando hago esto último experimento un estado de libertad incomparable.
  • Por último, Elizabeth, ¿sigue desvistiéndose tu memoria en su tierno striptease?
  • Ese striptease de la memoria representa la sinceridad frente la escritura, esa desnudez e indefensión ante lo que duele y brota con urgencia en cada palabra. Aunque continúo indagando en el recuerdo, el ritual se ha transformado: ahora es un acto que va de lo tierno a lo salvaje, un ejercicio intenso de construcción y derrumbe.

Por Juan de Dios Maya Avila

Juan de Dios Maya Avila (Tepotzotlán, 1980). Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico. Ganó el Concurso Internacional de Cuento, Mito y Leyenda Andrés Henestrosa 2012 y el Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés 2019. Ha publicado los libros
La venganza de los aztecas (mitos y profecías) (Seculta-Oaxaca, 2012) (traducido parcialmente por la Texas
A&M International), Soboma y Gonorra (Resistencia, 2018), El Jorobado de Tepotzotlán (Literatelia, 2020) y La Serpiente y el Manzano (Paserios ediciones, 2021), y editado y antologado los libros Érase un dios jorobado
(Ediciones Periféricas-Pacmyc, 2019) y Érase una bruja Malinalco (Ediciones Periféricas-Fonca, 2021). En el
año 2013 funda el Concurso Estatal Pensador Mexicano de Literatura escrita por Niños y Jóvenes (antes Concurso
Estatal de Cuento y Poesía para Niños y Jóvenes San Miguel Cañadas). Actualmente es titular de la columna de entrevistas Canaimera en la revista hispanoamericana El Camaleón.
Su obra ha sido traducida al inglés, esloveno y otomí.

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