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MARÍA DEL CARMEN PÉREZ CUADRA | FRANQUEAR LO LLANO

¿Qué significa para un escritor ser exitoso? Pues por un lado, creo yo que un escritor o escritora puede ser exitoso o exitosa cuando sabe lo que hace, domina su arte y escribe lo que le viene en gana y no lo que el mercado le impone para poder vender.

Jinotepe, que deriva en su etimología del nahua Xilotepec (El cerro de los chilotes o mazorcas), es una población nicaragüense de notable raigambre decimonónica  representada en diversidad de pintorescos espacios arquitectónicos lo cuales a su vez contrastan con la profundidad del llano tremendo que parece haber circundado a Jinotepe desde la eternidad. El llano y sus interminables muros de frondas, que se antojan impenetrables. Pero María del Carmen Pérez Cuadra (Jinotepe, 1971) los franqueó, a pesar de la dificultades que supone el querer ser escritora en una provincia alejada del mundo cultural del centro (aún cuando Jinotepe es cuna de algunos escritores y académicos de renombre en Nicaragua). Y tan los franqueó, que actualmente es una de las voces más interesantes de la nueva narrativa nicaragüense. En Managua, Pérez Cuadra estudió la licenciatura en Arte y Letras y el Máster en Literatura Hispanoamericana y de Centroamérica en la Universidad Centroamericana. Pero más allá de los títulos, ella era (es, será), una escritora y en 2004 consiguió notoriedad en su patria tras de adjudicarse el Premio Centroamericano de Narrativa Corta Rafaela Contreras, a los que siguieron el Premio Nacional de Poesía Inédita El Cisne en 2008 y más recientemente el Premio Nacional María Teresa Sánchez de Narrativa corta 2014. Desde sus primeros años como escritora, y posteriormente como docente e investigadora, ha participado significativamente en la construcción de la vida cultural de su país, aunque actualmente reside en Chile, donde prosigue con una notable vida académica y artística. Su incursión por las letras le ha llevado al ensayo, la narrativa y la poesía, por lo cual la escritura de Pérez Cuadra se significa por sus variados matices y registros. Entre sus libros destacan los títulos Sin luz artificial (Fondo Editorial CIRA, 2004), Una ciudad de estatuas y perros (Das Kapital, 2014), Rama, microficciones (Isonauta Ediciones, 2016) e Isonauta (Parafernalia Ediciones Digitales, 2020). Su obra ha sido difundida en buena parte de Latinoamérica y en Estados Unidos, Hungría, Francia, Alemania y España. Desde 2008 puede seguírsele en el blog https://animalinedito.blogspot.com/ .

  • ¿Estimada María del Carmen, qué te hizo dejar Nicaragua?
  • Hola, Juan de Dios. Antes de responderte quiero agradecer tu interés por realizar esta entrevista. Creo que de cierto modo, Nicaragua me dejó a mí. Es más, me ha apartado las veces que ha podido, pero vuelvo con insistencia a ese lugar sintiéndome enraizada a pesar del distanciamiento. Vuelvo a mi país en el sueño o pesadillas que me cuentan la guerra, el hambre, la pobreza y los muertos de los años 80. Pero también siento que regreso a mi lugar de origen por medio de la escritura. Mi primer viaje importante fue a Managua, que queda a tan sólo 45 kilómetros de distancia de Jinotepe, cuando me fui a matricular a la Universidad Centroamericana, una institución privada a la que tuve acceso por los cambios que trajo la revolución sandinista. Desde entonces he sido una especie de desplazada con ciertos privilegios. Más tarde, a finales de los 90, por el desempleo y la necesidad de poder pagar por mi título de Licenciada en Arte y Letras, me vi obligada a trasladarme a Costa Rica para trabajar como empleada doméstica, allí conocí el mundo de mujeres profesionales que tenían que ir a limpiar inodoros y padecer la xenofobia con tal de ganarse un sustento digno. Desde entonces, el alejamiento siempre ha sido un mecanismo de sobrevivencia, como esta vez que vine a residir a Chile. Junto con mi esposo y mis hijos, nos trasladamos a Santiago en 2010 por razones de trabajo. Supuestamente estaríamos dos años acá, pero al ver que la estadía se prolongaba más allá de lo planificado decidí postular al programa de doctorado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y allí estoy ahora. Soy candidata a doctora en Literatura de esa casa de estudios. Pertenezco a REMCYC que es la Red de Estudios Literarios y Culturales de México, Centroamérica y el Caribe (ReMCyC) fundada gracias al apoyo de la UC como de los destacados académicos que han creído en nuestros proyectos como Alexandra Ortiz Wallner, Óscar Ariel Cabezas, Magda Sepúlveda o Betina Keizman, entre tantos otros. Te podría decir que los desplazamientos que he experimentado y que más me gustan han llegado por medio de la investigación académica pero también por medio de las publicaciones y traducciones en distintos lugares del mundo a mi obra literaria.
  • ¿Porqué escogiste a Chile como tu nuevo hogar?
  • A veces los lugares nos escogen. De pronto yo estuve allí, en Santiago, porque una editorial chilena (Uqbar Editores) me había publicado en una antología de cuento latinoamericano que fui a retirar en persona. Me ilusionó la idea de tomarme un sabático para escribir una novela. En 2011, gracias a Carmen Jopia, coordinadora de Sala Novedades de la Biblioteca de Santiago, me integré a un taller literario del que me convertí más tarde en facilitadora y editora de sus libros. Gozo de una entrañable amistad con mis exalumnos. Posteriormente, gracias a una beca otorgada por el Estado Chileno por medio de CONICYT(hoy ANID) me integré al programa de doctorado de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Como ves, Chile ha sido un país que ha sabido acogerme.
  • ¿Estos desplazamientos influyen en tu más reciente libro Isonauta?
  • Por supuesto, el Covid-19 me estremeció, al hacerme pensar que los migrantes a veces somos percibidos por los otros como virus. Isonauta juega con el espíritu del desplazamiento forzoso, con aquel que a veces toca emprender con miedo, en incertidumbre pero con asombro.
  • Por cierto, ¿qué diferencias has percibido entre la publicación física y la digital?
  • En determinadas circunstancias la publicación digital se mueve mucho más rápido que la publicación física. He llegado a pensar que a su manera la publicación digital contribuye a la democratización de la escritura porque cualquiera puede recurrir a la red y liberar allí su obra. Como sabemos, es demasiado fácil publicar en digital y parece que es un sistema que mientras sea gratuito llega a un público amplio y diverso, pero no creo que las editoriales quieran apostar por un formato que a fin de cuentas les reporta muy pocas ganancias en relación con el formato tradicional. En cuanto a calidad, el libro digital corre el peligro de ser más espontáneo y en ese sentido cualquiera puede publicar sin necesariamente pasar por los filtros de un buen editor o editora. Por otro lado, está el tema de la ausencia de materialidad eso tiene que ver con otro impacto que depende mucho de los gustos. A mí, por ejemplo, como consumidora, me agrada percibir la calidad de una publicación en físico al palpar el tipo de papel con que está hecho el libro, al sentir el aroma de las páginas o las texturas del papel, algo que no es posible disfrutar en el caso de la publicación digital. Quizá los lectores digitales, por su lado, podrían hablarte de otras perspectivas del disfrute desde sus gustos, pero para mí sigue siendo imprescindible el formato físico.
  • ¿Cómo viviste tu decisión de ser escritora en Nicaragua?
  • Después de pensarlo mucho, creo que decidí ser escritora por dos razones. La primera es que me motivó mucho la existencia de los suplementos culturales que circulaban en los años ochenta y noventa, como El Nuevo Amanecer Cultural, Ventana y La Prensa Literaria. En mi casa nunca hubo una biblioteca porque no estaba a nuestro alcance, sin embargo, siempre tuvimos acceso al precio del diario, de cierto modo este acceso le daba a mucha gente, que en otras circunstancias podría estar fuera de lugar, un tipo de empoderamiento cultural. Tal es mi caso que viniendo de una familia humilde con un padre albañil, una madre auxiliar de enfermería empírica, una abuela vendedora de lotería y otra abuela que había sido empleada doméstica toda su vida, me sentí llamada a estudiar literatura gracias a una entrevista magnífica y muy estimulante que ofreció el querido y recordado Franz Galich a uno de estos suplementos culturales. Y fue gracias a Galich y el apoyo de Barbara Drösher, y luego de Werner Mackenbach, que junto a un grupo de compañeros nos formamos en la investigación académica por medio del Seminario Permanente de Investigaciones de Literatura Centroamericana (UCA). Esto nos permitió presentar ponencias en los Congresos de Literatura Centroamericana de esos años. Ese contacto con la universidad me llevó también a formarme en los talles de escritura de Lizandro Chávez Alfaro, un narrador fundamental en Nicaragua. En segundo lugar creo que mi decisión de ser escritora es fruto de la herencia de dignidad que recibí de mi abuela paterna analfabeta. Ella aprendió a dibujar su nombre como a los 50 años, gracias al programa nacional de alfabetización de principios de los años 80. Siempre la llamamos Dina, pero un día descubrimos que su verdadero nombre era Digna. Lamentablemente al poco tiempo olvidó cómo hacer ese dibujo que significaba su nombre pero a mí me caló hondo ver el esfuerzo que ella ponía en lo que parecía ser el rompecabezas de su nombre. He escrito poemas y narraciones desde que aprendí a hacerlo, sin embargo tengo gran parte de mi trabajo aún inédito. Por eso el primer libro que publiqué y que fue el que me hizo pensar que sí podía convertirme en una escritora es Sin luz artificial, colección de cuentos con la que gané en 2004 el Premio Centroamericano Rafaela Contreras auspiciado por ANIDE (Asociación nicaragüense de escritoras). Así entré al mundo literario nicaragüense.
  • ¿Se puede ser un escritor exitoso en Centroamérica?
  • Podría responder con otra pregunta ¿qué significa para un escritor ser exitoso? Pues por un lado, creo yo que un escritor o escritora puede ser exitoso o exitosa cuando sabe lo que hace, domina su arte y escribe lo que le viene en gana y no lo que el mercado le impone para poder vender. Pienso en Manlio Argueta o en Claudia Hernández, por ejemplo. Para mí ellos son escritores exitosos porque han ido en ese camino. Sin embargo, en el caso de Argueta, a pesar de ser uno de nuestros mejores escritores del siglo XX y XXI, acá en Chile no se conoce su obra. Y de ese tipo de autoras y autores exitosos en Centroamérica hay muchos. Por otro lado, tenemos poquísimos escritores y escritoras centroamericanos que se mueven bastante bien en el mercado pero que se pueden contar con los dedos de una mano. Autores que son exitosos porque cumplen con la cuestión de la venta de ejemplares y los puedes encontrar en las librerías de casi cualquier parte del planeta, eso también me parece justo. Respondiendo a tu pregunta, creo que sí, es posible ser un escritor exitoso en Centroamérica.
  • ¿Te consideras una escritora feminista?
  • No lo creo. En el sentido en que no he cultivado una línea en que conscientemente me focalice en trabajar un discurso propiamente feminista. Por supuesto que me interesa el respeto a los derechos de las mujeres, pero en mi caso creo que tengo demasiadas cosas pendientes por atender desde la escritura y cada uno se puede hacer cargo de lo que más nos toque.
  • Has tenido la oportunidad de estar en varios polos de nuestro continente. Desde esta experiencia ¿cuál es tu visión de la literatura latinoamericana contemporánea?
  • Veo que este es un momento importante para la escritura de mujeres, y celebro que el nuevo boom latinoamericano esté constituido en gran parte por la escritura de mujeres talentosas como Mariana Enríquez, Guadalupe Nettel, Samanta Schweblin, Valeria Luiselli, Fernanda Melchor, Margarita García Robayo, Alia Trabucco Zerán, Lina Meruane y Nona Fernández, entre otras, porque afortunadamente la lista es larga. Y creo que proyectos editoriales como Vindictas, que es una colaboración entre la Universidad Nacional Autónoma de México y la editorial Páginas de Espuma, están ayudando a que se visibilice y valore la contribución de la pluma de mujeres en los catálogos latinoamericanos.
  • ¿Crees que existe un diálogo entre los escritores de los diversos países americanos, o vivimos en ostracismos provinciales?
  • Eso depende del tipo de diálogo y del tipo de género de escritura que practica un escritor pues he notado, por ejemplo, que por lo general los escritores de novelas suelen estar más incomunicados con sus pares que los escritores de microficciones. En el primer caso, esa falta de diálogo puede ser aparente porque quizá sí existe y se dé por medio del mismo acto de escribir que es en realidad un acto de lectura de otros autores o autoras. En el último caso, los microficcionistas parecen llevar una vida de red en diálogo permanente que con esto del Covid ha tenido un gran florecimiento. Algunos ejemplos que podría darte son: REM (Red de Escritoras de Microficción), el grupo de los Microficcionistas Pandémicos o la Internacional Microcuentista que llevan un intercambio permanente y colaborativo en sus redes de difusión. Sin embargo, creo que fuera de esos casos, y en Centroamérica en particular, no nos leemos suficientemente entre nosotros mismos y esa es parte de nuestra marca de provincianismo.
  • ¿Qué han significado los premios y las becas en tu carrera literaria?
  • Han significado un reconocimiento importante y un compromiso con la calidad de mi escritura.
  • En ese sentido ¿crees que son fundamentales los premios y las becas en el desarrollo profesional de los escritores?
  • Sí, absolutamente. Con ellos los escritores puede consolidarse mediante las publicaciones, la difusión y reconocimiento de sus trabajos. Los premios y becas le pueden dar a un escritor un momento en su vida para detenerse a crear y no a crear en emergencia o en paralelo con el duro trajín de la sobrevivencia, y bueno, algo no menos valioso es que las becas también ayudan a conformar redes colaborativas.
  • Estos premios, estas becas ¿las debe dar el gobierno o la iniciativa privada?
  • Creo que lo mejor es cuando hay muchas opciones, que tanto el Estado como la empresa privada deben aportar al enriquecimiento cultural de sus conciudadanos.
  • ¿Qué significa para ti la violencia?
  • Una mala palabra que no debería existir en el diccionario de la vida. Es también un lugar común con el que se está identificando a la producción literaria centroamericana y me parece un peligro pues con ello se podría dejar de ver la pluridiversidad de nuestras culturas y sus amplias posibilidades discursivas.
  • ¿Cuál es tu opinión acerca de la actual literatura nicaragüense y su injerencia en las letras centroamericanas contemporáneas?
  • Creo que aparte del fenómeno de Rubén Darío, de Ernesto Cardenal, Gioconda Bellio y Sergio Ramírez la literatura nicaragüense es poco conocida en la región como para llegar al punto de tener algún tipo de penetración o impacto en la escritura de los autores de la zona. Al contrario, creo que en la actualidad son los autores de las otras naciones hermanas quienes están alimentando bastante bien a las nuevas generaciones de autores/as nacionales, pienso, para mencionar algunos, en Ana María Rodas, Rodrigo Rey Rosa, Jacinta Escudos, Claudia Hernández, Denise Phe-Funchal, Ana Escoto o Eduardo Halfon.
  • ¿Qué importancia tienen los talleres literarios en la identificación y formación de jóvenes escritores?
  • Definitivamente los talleres no hacen automáticamente a un escritor, sin embargo son un espacio culturalmente necesario para la motivación, identificación y formación de las nuevas generaciones de autores, complementan y expanden la formación de cualquier persona que sienta interés por el oficio de escribir independientemente de su edad. No es necesario ser un jovencito para interesarse en la escritura como oficio.
  • ¿Cómo debe ser un buen taller de narrativa?
  • Que no sea complaciente con nadie pero que logre estimular a los participantes y proveerles las herramientas del oficio.
  • ¿Extrañas Jinotepe?
  • Sí, claro. Pero cada vez que regreso me parece un lugar nuevo, más tumultuoso, con más ruido, más automóviles y menos árboles.
  • ¿Has sufrido algún tipo de discriminación?
  • Sí, por supuesto. Nuestras naciones están marcadas por el machismo, el racismo, la xenofobia y el clasismo, entre otros males. Es muy difícil que un ojo educado bajo esas premisas se abstenga de racializar y clasificar al otro por indio, negro o migrante. En Costa Rica, para los nacionales, yo tengo un dejo insoportable que irrita por su nicaraguanidad; en Estados Unidos para muchos soy una mexicana sin papeles, en Chile suelo ser confundida con una peruana migrante que todos suponen que lo único que vino a hacer es limpiar casas. Limpiar casas es el trabajo más digno que hay, te lo aseguro, lo indigno está en el hecho de ver a los demás humanos como un peligro físico o de contagio, como enemigos o como algo tan bajo como un quiltro sin dueño.
  • ¿Cómo has vivido los más recientes acontecimientos sociopolíticos de Chile?
  • He vivido los acontecimientos con admiración y asombro. La ciudadanía chilena tiene mucho que enseñarnos, sus mecanismos de empoderamiento se basan en una educación democrática y no en las batallas ciegas por el poder.
  • Por último, María del Carmen ¿qué será de las mujeres sombras que irrumpen en las nocturnas bacanales centroamericanas?
  • Esperemos que sus esposos, sus hijos, sus parientes y sus vecinos aprendan a verlas como seres humanos creativos, solidarios, inteligentes, capaces de romper con los estereotipos que le reservan un lugar en la cocina o en el dormitorio. Las sombras tienen el poder de situarse en cualquier parte.

Por Juan de Dios Maya Avila

Juan de Dios Maya Avila (Tepotzotlán, 1980). Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico. Ganó el Concurso Internacional de Cuento, Mito y Leyenda Andrés Henestrosa 2012 y el Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés 2019. Ha publicado los libros
La venganza de los aztecas (mitos y profecías) (Seculta-Oaxaca, 2012) (traducido parcialmente por la Texas
A&M International), Soboma y Gonorra (Resistencia, 2018), El Jorobado de Tepotzotlán (Literatelia, 2020) y La Serpiente y el Manzano (Paserios ediciones, 2021), y editado y antologado los libros Érase un dios jorobado
(Ediciones Periféricas-Pacmyc, 2019) y Érase una bruja Malinalco (Ediciones Periféricas-Fonca, 2021). En el
año 2013 funda el Concurso Estatal Pensador Mexicano de Literatura escrita por Niños y Jóvenes (antes Concurso
Estatal de Cuento y Poesía para Niños y Jóvenes San Miguel Cañadas). Actualmente es titular de la columna de entrevistas Canaimera en la revista hispanoamericana El Camaleón.
Su obra ha sido traducida al inglés, esloveno y otomí.

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