Escribo estas líneas desde un aposento frío desde Ciudad de México mientras reflexiono sobre la representación que tenemos de los magníficos castillos. Esta idea pasó por mi mente durante un instante: ¿Qué idea nos hemos hecho alrededor de esas grandes construcciones medievales?
Sin duda las respuestas inmediatas que se me ocurren son: la Edad Media, fantasía, aventuras, caballeros, princesas y dragones. Sin embargo, en muchas ocasiones nos dejamos llevar por aquella ilusión fantástica acerca de los castillos y dejamos de lado su aportación histórica y apegada a los hechos reales. Pese a esto, y al analizar con mayor profundidad los hechos históricos, los castillos no pierden su esencia fantástica esencia mágica de ninguna forma.

El castillo y su huella histórica
Cabe mencionar que la palabra Castillo proviene del latín Castellum/Castrum que significa “campamento fortificado”. Estas edificaciones se pueden considerar como “palacios-fortalezas” que se construyen sobre territorios elevados debido a su función defensiva. En muchas ocasiones los castillos están erigidos con roca, madera y metal. Actualmente estas construcciones han perdido su función bélica y se consideran más como museos de historia
Es necesario mencionar que los castillos medievales que conocemos fueron la herencia de las civilizaciones antiguas como los egipcios, los romanos y hasta de los celtas. Uno de los castillos más antiguos se remonta hasta el siglo III A.C en Siria.

Alrededor de toda la Edad Media, un castillo era un símbolo de poderío y grandeza, además de que era una edificación pensada para resistir por largo tiempo el asedio enemigo, siendo los Crac (de los caballeros cristianos en tiempos de las cruzadas) las fortificaciones por excelencia para defender territorios cristianos en Tierra Santa contra los sarracenos.
Desentrañando los rincones de un castillo
Hay que considerar que un castillo protege, aísla y controla. Se erigían castillos debido a los constantes conflictos bélicos entre reinos y poderíos en el pasado. Al construir un castillo, el cual fungía como protección para cierto territorio, se tenía la intención de fundar un nuevo reino. De esta forma un señor feudal podía mantenerse a salvo de los ataques enemigos.

En cuanto a la estructura de estas fortificaciones, y de manera general, los elementos habituales con los que cuenta un castillo son: torres, murallas, fosos, hornos, chimeneas, talleres, capillas, cámaras exteriores e interiores del condestable, pasajes y pasillos variados, barbacanas, cocinas, letrinas, hospedería, salones, aposentos, antecámaras, almenas, cuartos de servicio, almacenes, establos, patios, plazas y hasta ciudadela interiores.

Aunque resulte algo extraño, muchos castillos medievales carecían de prisiones o mazmorras, elementos que los medios de comunicación han atribuido erróneamente a los castillos medievales, siendo que en verdad se retenían en ciertas ocasiones a personajes nobles a causa de las guerras o conflictos y en las mejores condiciones según la categoría noble de los recluidos.
En cuanto a la población dentro de un castillo, en aquellas fortalezas se albergaba a la realeza, la nobleza y al resto de los siervos. Algunos de los roles que se asumían dentro de un castillo iban desde el señor feudal, los cortesanos, los caballeros y la fuerza militar, hasta los artesanos, obreros, herreros y los peones.

Algunos castillos famosos en nuestra historia tenemos a la Fortaleza de Alepo (Siria), el Castillo de Bamburgh (Inglaterra), el Castillo de Óbidos (Portugal), el Castillo de Edimburgo (Escocia), el Castillo de Praga (República Checa), el Castillo de Gravensteen (Bélgica), el Castillo de Dover (Inglaterra), el Castillo de Hohensalzburg (Salzburgo), el Castillo de Chillon (Suiza), el Castillo de Spis (Eslovaquia), el Castillo de Haut Koenigsbourg (Francia), el Castillo del Monte (Italia), el Castillo de Buda (Budapest), el Castillo de Malbork (Polonia), el Kremlin (Rusia), el Castillo de Windsor (Inglaterra), el Castillo de Himeji (Japón), el Castillo de Glamis (Escocia), el Castillo de Manzanares (España), el Castillo de Belmonte (España), el Castillo de Chenonceau (Francia), el Castillo de Chambord (Francia), el Castillo de Villandry (Francia), el Castillo de Miramare (Italia), el Castillo de Neuschwanstein (Baviera), entre otros, siendo que en Francia hay más de 10 mil castillos.
Actualmente, no podemos separarnos de la idea un romántica de los castillos debido a la influencia de las historias legendarias del pasado, en donde encontramos no pocos residuos verídicos de la historia a través de cuentos populares, en donde se asocia a estas grandes edificaciones con una esencia épica-fantástica que nos llama a la aventura.

Debido a la gran influencia actual de libros, videojuegos, serie y películas, la figura fantástica del castillo como sede de heroísmos, tragedias y batallas épicas ha logrado trascender la realidad histórica de estas construcciones defensivas. De alguna manera, todos tenemos algún castillo famoso en nuestro imaginario que nos ha acompañado durante toda nuestra vida. Desde el castillo de Disney (el cual está basado en el castillo de Neuschwanstein) hasta los castillos más imponentes propios de Dragon Age, Skyrim, o las tremendas fortalezas creadas por Tolkien, esa figura legendaria de la fortaleza-palacio sigue dando de qué hablar hasta nuestros días.

Es así que terminó este breve viaje alrededor de los grandes castillos. Siendo que me encuentro en una habitación tan fría como el rincón más helado de aquellas fortalezas de ensueño.
Cierro estas páginas pensando que al admirar un castillo admiramos la fuerza y esplendor de la construcción por sí misma. Por algo la voz popular se vale de este elemento arquitectónico para expresar la grandeza en medio de los ensueños y fantasías humanas, exclamando: » está construyendo castillos en el aire».