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Cinefilia crónica

El peligro latente que es un dios

Es la omnipotencia un atributo paradójico y abominable. Como a los filósofos y a los pensadores les encantan los laberintos borgianos que son las paradojas, desde Averroes hasta Descartes, han intentado dar solución a los inconvenientes que conceptualmente implica que un ser, del tipo que sea, posea el don de la omnipotencia. Luego de siglos, como permanecen y quizá siempre permanecerán aquellas cuyo objeto es una paradoja, la discusión sigue abierta. Sin embargo, soluciones, más bien parciales, han sido propuestas a lo largo de tanto tiempo, una de estas es discriminar la omnipotencia por grados, es decir, habrá quien diga que la paradoja surge del concepto de omnipotencia absoluta y no del de, siendo condescendientes y un poco contradictorios, omnipotencia parcial.

A seres que predicen el clima, controlan el fuego y las enfermedades, levantan ciudades en medio del desierto y del océano, son capaces de comunicarse en cuestión de segundos sin importar qué tan lejos se encuentren, diseñan máquinas con asombrosas capacidades de cálculo y de almacenamiento de información y conquistaron el espacio exterior, un simio cualquiera, dotado con la razón y el lenguaje durante un muy corto periodo de tiempo, sin duda, catalogaría como omnipotentes, como dioses; pero resulta que esos seres somos los humanos, y creo que estamos de acuerdo con que bastante lejos estamos de considerarnos seres omnipotentes, o al menos bastante lejos de la versión de omnipotencia mayormente aceptada o deseada. Incluso la omnipotencia resulta ser relativa.

Así como ante los ojos del simio hipotético los humanos somos dioses, ante los ojos de los humanos de Metrópolis, de Gótica y de todos los países y lugares del Universo DC, Superman, que vuela, expulsa rayos láser por los ojos, cuenta con visión microscópica y telescópica y de rayos x y tiene superfuerza y supervelocidad, entre otros maravillosos superpoderes, es, simplemente, un dios. Pero no uno omnipotente absoluto, claro, primero porque la omnipotencia absoluta, como ya se ha dicho, está atabanada de paradojas, y segundo porque posee dos grandes debilidades mortales: la Kryptonita y Lois Lane. La omnipotencia de Superman, producto de sus debilidades, deja de ser paradójica, pero no deja de ser abominable.

Superman es la personificación de la crítica a las contradicciones e impotencias del hombre moderno. Es Clark Kent, débil, tímido, prescindible, con miopía o astigmatismo, o ambos, con un puesto irrelevante en un periódico rancio, pero también es Kal-El, el último hijo de Krypton, el Hombre de Acero, el infalible salvador y protector del mundo. Con premura se revela dios y le grita a la humanidad que necesita de dioses, que los Clark Kents serían los primeros en perecer en el apocalipsis y que él, hecho dios, es el llamado a detenerlo. Ahora bien, lo abominable de Superman y de la existencia de seres de su calibre, subyace a los ámbitos de los sentimientos morales, tan relativos y subjetivos y por eso, de igual manera, abominables. Mientras Superman decida obrar bien, y esto es en favor y beneficio de la vida en la Tierra, del amor y de la bondad, todo resulta relativamente bien, pero ¿y si no?

La Liga de la Justicia de Zack Snyder (2021) hace que el espectador se encuentre de frente con este hecho. Cuando Batman y compañía deciden utilizar el poder de las Cajas Madre para resucitar a Superman, muerto en Batman vs Superman: el origen de la justicia (2016) luego de que una lanza de Kryptonita le atravesara el corazón, por alguna razón Kal-El quiere destruir a sus aliados, principalmente a Batman, quien fue su enemigo a muerte durante gran parte de la previa película que los enfrenta. De no ser por la llegada desaforada de la hermosa Lois Lane, el dios-heroe, por un momentos dios-villano, habría cumplido su cometido. El poder del amor diluye el odio del resucitado y la periodista Lane, sin siquiera sospecharlo, termina salvando a los super héroes y con ellos al mundo.

Por eso Bruce Wayne, después de derrotar a los villanos, cuando la noche acaba y se va a dormir a su cómoda y amplia cama una vez se deshizo del traje de Batman, sufre esas horribles pesadillas con el regreso y el ascenso del Superman malvado. Cualquier dios, cualquier ser omnipotente, resulta ser, inevitablemente, un peligro latente. Sólo hace falta que Superman deje de amar a Lois Lane, que Martha Kent muera, o que Clark Kent tenga un mal día en el Daily Planet para que el planeta llegue a su fin, y el señor Wayne lo sabe.

M.D.

Por Mauricio Díaz Beltrán

Mauricio Díaz Beltrán (Colombia, 1999) Estudiante de Cine y Tv. Lector y cinefilo. Su columna en la revista El camaleón, titulada Cinefilia crónica, además de estar dedicada al análisis, novedades y curiosidades del cine, recela la búsqueda de una nueva mirada hacia lo que el cine representa como arte, como espectáculo y como lenguaje.

2 respuestas a «El peligro latente que es un dios»

Interesante incluso para los amantes de Marvel, que a la hora del té, tal vez en pocos años verán replicada la fórmula (1) en su universo favorito.

Lo sobrenatural, con un prefijo de mucho cuidado, debe ser entendido también fuera de los esquemas naturalez de pensamiento. (Gran argumento mormón) La existencia de un Kal-El que actúa y se rige por instintos, por impulsos naturalez o entendibles como el enojo y el amor, es la razón de la mayoría de las paradojas sobre la omnipotencia, pues si bien en este caso sus capacidades físicas están por encima de lo que la naturaleza norma, tal vez le sea útil ir a terapia freudiana pues no solo la naturaleza norma su comportamiento sino que lo cataloga como un patán.

La síntesis del bien y el mal sobre la que se desarrolla la trama del cien porciento del cine estelar de superhéroes y superheroinas está basada en una perspectiva de la moral que apenas rosa el «phatos», pues las lágrimas y el vínculo del espectador con su heroe lo pone del lado de los buenos, y a quien no le gusta ser el bueno. Pero la moral de los acontecimientos y seres que no están dentro de lo que es cotidiano y baladi NO tiene un equivalente para nosotros. Que Kronos consuma en dieta calórica a todos sus hijos parece ser un gesto de miedo y desesperación, pero esos no son los sentimientos que experimenta un titán, sino su errada traducción a los nuestros.

Cuando la serie dramática de sucesos se extiende hasta la imposible muerte del más grande de los héroes creados, del único que podría salvar al universo entero luego de una sofocante lucha con el mal; existe (pues la capacidad creativa de Hollywood parece ser infinitamente incontrolable) el recurso «Diaboli ex machina» que reaviva todas las paciones y sentimientos encontrados en el público que ahora ve con confucion que el bien y el mal de los titanes no es ciertamente sencillo, y que aflijido intenta convencerse de que adentro del protagonista aún hay un ser piadoso que ama, y que al final, como todos los finales no francés, ve con buenos ojos de que el libreto le diera su razón.

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Interesante incluso para los amantes de Marvel, que a la hora del té, tal vez en pocos años verán replicada la fórmula (1) en su universo favorito.

Lo sobrenatural, con un prefijo de mucho cuidado, debe ser entendido también fuera de los esquemas naturales de pensamiento. (Gran argumento mormón) La existencia de un Kal-El que actúa y se rige por instintos, por impulsos naturales o entendibles como el enojo y el amor, es la razón de la mayoría de las paradojas sobre la omnipotencia, pues si bien en este caso sus capacidades físicas están por encima de lo que la naturaleza norma, tal vez le sea útil ir a terapia freudiana pues no solo la naturaleza norma su comportamiento sino que lo cataloga como un patán.

La síntesis del bien y el mal sobre la que se desarrolla la trama del cien porciento del cine estelar de superhéroes y superheroinas está basada en una perspectiva de la moral que apenas rosa el «phatos», pues las lágrimas y el vínculo del espectador con su heroe lo pone del lado de los buenos, y a quien no le gusta ser el bueno. Pero la moral de los acontecimientos y seres que no están dentro de lo que es cotidiano y baladi NO tiene un equivalente para nosotros. Que Kronos consuma en dieta calórica a todos sus hijos parece ser un gesto de miedo y desesperación, pero esos no son los sentimientos que experimenta un titán, sino su errada traducción a los nuestros.

Cuando la serie dramática de sucesos se extiende hasta la imposible muerte del más grande de los héroes creados, del único que podría salvar al universo entero luego de una sofocante lucha con el mal; existe (pues la capacidad creativa de Hollywood parece ser infinitamente incontrolable) el recurso «1. Diaboli ex machina» que reaviva todas las paciones y sentimientos encontrados en el público que ahora ve con confucion que el bien y el mal de los titanes no es ciertamente sencillo, y que aflijido intenta convencerse de que adentro del protagonista aún hay un ser piadoso que ama, y que al final, como todos los finales no francés, ve con buenos ojos de que el libreto le diera su razón.

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