La semana pasada asistí a un evento muy interesante donde se planteaba el papel del libro desde la perspectiva de los diferentes actores que se relacionan con él. Estaban presentes representaciones formidables de editores, escritores, promotores culturales, libreros y bibliotecarios.
En este encuentro hicieron mención de un ensayo de Borges, titulado «El libro» (les recomiendo que lo lean y lo disfruten) y recordé cuando leí esta joya, me impactó la frase «De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo.» Esta afirmación realmente me empoderó como bibliotecóloga y le otorgué al libro una supremacía real, lejos de la magia de sus historias, los dogmas y las teorías; más vinculado con la fuerza del cambio.
Y de ese poder que le otorgo (y algunos más como yo) a este instrumento poderoso y disruptivo, surge otro punto que se abordó en el evento y fue lo que me llevó a volver a escribir mi columna. En el evento surgió la interrogante ¿Cómo puede apoyar el libro al cambio social, ante una sociedad cada vez más violenta? (esta pregunta se planteó en el contexto Ecuador. IMPORTANTE: no recuerdo la pregunta textual, pero por ahí va la idea).
Algunos panelistas manifestaron una postura válida donde no pueden endosarle al libro y a quienes lo gestionan (libreros, editores, bibliotecarios, escritores, promotores culturales, …) la responsabilidad de cambiar la violencia por educación, eso tiene que ser algo de lo que se debe encargar el gobierno y los órganos pertinentes que fueron instaurados para ese fin (TODA LA VERDAD).
Sin embargo, mientras que los gobiernos se barajan las responsabilidades, los órganos reguladores están ocupados debatiendo si nombrar una fecha alegórica para El día de la Pitahaya… nosotros, con los libros podemos promover un cambio social, donde las bibliotecas sean un lugar seguro, donde se respete la integridad física, el derecho a ser quién soy, la posibilidad de satisfacer necesidades educativas y de información.
No es algo que se me ocurrió a mí ese día (o a @Primavera_Cero, quien era panelista y planteó esta opción), es una realidad que está documentada y el lugar más representativo del éxito de esta posibilidad es Medellín. Tuchin (2022) afirma que «Con sus parques-biblioteca y otras acciones de un proyecto que multiplicó por cinco la inversión pública en cultura, Medellín logró reducir la tasa de muerte por homicidio en un 96,3 % en dos décadas».
De la misma manera, Jaramillo y Quiroz (2013) indican que “La biblioteca ha servido para mejorar las condiciones del sector, tienen a dónde ir y cosas qué hacer; ha disminuido la violencia porque la gente se entretiene en la biblioteca y los niños y jóvenes no están tanto tiempo en la calle; los problemas de violencia han disminuido en el sector (…). Lo mejor de la biblioteca es que nos aleja de la continua guerra que se vive en la calle, es un lugar muy libre que da la oportunidad de aprender (…). Algo muy bonito es que a la sala internet llegan todos, de distintos barrios y grupos, ellos no van armados, llegan con los hijos y la esposa; ellos se sienten seguros y ven seguridad para los hijos».
Si en la biblioteca somos capaces de asegurar la inclusión y la cohesión; propiciamos el diálogo y el respeto a las opiniones de otros; resguardamos y promovemos el acceso a la memoria local (porque el que no conoce su historia, está condenado a repetirla) seremos capaces de ofrecer un lugar seguro para todos. ¡CLARO!, siempre estará muy relacionado con el presupuesto y la disposición del equipo de trabajo.
Por supuesto que, para cambiar la realidad social se necesita erradicar la corrupción de los órganos gubernamentales y de nuestro propio proceder; asegurar el acceso a la educación a los niños y jóvenes; la igualdad de oportunidades para la población; el compromiso de cumplir con su deber de aquellos entes responsables de la seguridad ciudadana; el desarrollo económico de las poblaciones vulnerables; justicia sin corrupción y más, y más y más…
No obstante, creo que desde nuestra expertise, podemos aportar y sobre todo, podemos aprender de aquellos que ya pasaron por eso y han logrado superarlo. Las bibliotecas como un lugar seguro, puede que suene a utopía, pero ¿los grandes proyectos no surgen de sueños que parecen inalcanzables?
P.D.: Gracias, @claudialexbn por invitarme al BiblioLab.
Fuentes consultadas:
Borges, J. L. (1978). El libro.
Jaramillo, O. y Quiroz, R. (2013). La educación social dinamizadora de prácticas ciudadanas en la biblioteca pública. Educação & sociedade, v. 34, n. 122, pp. 139-154. https://doi.org/10.1590/S0101-73302013000100008
Tuchin, F. (2022). Invertir en cultura: la estrategia para reducir la violencia que Medellín exporta a otras ciudades latinoamericanas. Infobae. https://www.infobae.com/america/soluciones/2022/07/29/invertir-en-cultura-la-estrategia-para-reducir-la-violencia-que-medellin-exporta-a-otras-ciudades-latinoamericanas/
Una respuesta a «Bibliotecas, ¿un lugar seguro?»
Gracias por tu esscritura Mariana. Las bibliotecas deben ser o propender ser esos espacios seguros, democráticos, de libertad e inclusión, una extensión del libro y sus infinitas posibilidades de transformación.
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