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Apuntes sobre goran petrović.

Preámbulo del realismo mágico.

El realismo mágico, digamos, del canon, aquél “sur”americano de múltiples árboles familiares y difícil de seguir —el cual— al mismo tiempo puede tener obras de cuentismo o novelettes bastante dóciles de seguir (Doce cuentos peregrinos antología de Gabriel García Márquez, Aura de Carlos Fuentes, Aleph del titánico Jorge Luis Borges, La autopista del sur incluido en la antología Todos los fuegos el fuego de  Julio Cortazar —y— Pedro Páramo de Juan Rulfo).

La sutilidad de este realismo mágico yacía en un trasfondo en el que no se escribe la palabra magia, no se describe como una primera instancia, si acaso se puede decir que el realismo mágico comienza siendo anodino y cotidiano para que el lector se identifique en una historia contemporánea que después es sublimada al mundo de la magia. 

No obstante, hay otro realismo mágico al que deberé acotarlo al europeo. Autores como  Alesaandro Baricco, Kauzo Ishiguro (que a pesar de ser Japonés pertenece a la generación Granta del dream team británico), Salman Rushdie, Milan Kundera, Italo Calvino (cuando no es un disparate postmoderno de la Oulipo) y me salgo de la calificación europea —a pesar de tener un tono europeo— para mencionar Kafka en la orilla de Haruki Murakami. 

Este realismo mágico empieza más aventurero y menos anodino, con atmósfera del absurdo. Uno de los ejemplos más diáfanos es en Los versos satánicos de Salman Rushdie que comienza con los dos protagonistas cayendo de un avión. Novela que colocó una fetua a Rushdie hasta el día de hoy.

Cada realismo mágico, cada novela enseña la mitología (o mito fundacional) o cosmovisión de cada nacionalidad, cada autor apela a un elemento nacionalista a pesar de estar en un mundo mágico, el Comala de Rulfo sería el ejemplo más diáfano. 

Goran Petrović no es de este mundo. 

Así como cada autor muestra su cosmovisión, Goran Petrović tiene un esquema balcánico que parece ser más disperso o más fractálico que otros mitos fundacionales ya que se trata de un Historia más reciente cuyas nomenclaturas y límites ficticios geográficos han sido modificados más veces que otros territorios. Los elementos de magia de cada novela dentro del género apelan a ritos y costumbres “mágicas” propias de la cultura, en el caso del balcánico parece tener una connotación onírica demasiado pesada. Comparándola con Borges en El libro de los sueños en el que ensaya a través de la hermenéutica sobre el libro de Nabucodonosor, Petrović hace que el sueño sea “real”. El cerco de la iglesia de la santa salvación, una iglesia que comienza a flotar y es atada al suelo para poder seguir dando liturgia en ésta, se debe nivelar con el peso del agua, aunque el agua onírica es más pesada que el agua “real”. Sin hacer ensayística ni apelar a un subgénero filosófico, el sueño y el mundo de los sueños lo asocia a una noción tanto trasnochada (ya que también juega con las profecías) como innovadora.  

El autor serbio juega con lo irreal, sin pelos en la lengua, sin necesidad de cubrir su elucubración mágica. Parece que le da la vuelta al género (mágico realismo). Este autor coquetea con un formato experimental, Diferencias es una relato que apela a la meta-narrativa de los personajes e incluso el objeto del formato; Atlas escrito por el cielo  posiblemente sea el libro más fresco en su originalidad ya que la historia se divide en la narrativa principal y los cuadros que describen en ékfrasis. Esta beta experimental le funciona como aparato narrativo, no es necesariamente un “experimental” que yace en lo intencionalmente incomprensible o complejo, como el acoso del interlocutor en Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino que no deja de colocarse como una tercera voz dictándote cómo lees la novela.

Petrović es refrescante, un humorista con la seriedad suficiente para sumergir al lector en sus disparates irreales (tal vez surreales). En una entrevista con Alejandro García Abreu, comentando su libro Bajo el techo que se desmorona hace una alusión a la vida como un filme en el que los personajes se pueden asumir como protagonistas, extras, directores. Su idea de la literatura es que está viva y que a través de la escritura o lectura nos forjamos como humanidad, de allí otro lente para entender la fractalidad de su comsovisión.

<< Por otro lado, era una prueba de que la literatura es un ente vivo y los personajes tienen su propia vida; pueden crecer y algo puede ocurrir, aun en contra de la voluntad del escritor>> Goran Petrović. Entrevista con Alejandro García Abreu.

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Sobre la decadencia creativa y narrativas repetitivas.

El decepcionante final de The Undoing

Después de esperar que saliera completa la nueva serie de HBO The undoing,en un maratón de seis horas (tal vez un poco menos omitiendo las introducciones y saltando los créditos) por fin pude estar igual de decepcionado que aquellos que la vieron a su tiempo. El capítulo piloto planteó un misterio tan ambicioso que resolverlo fue imposible. El piloto nos cuenta de dos enigmas paralelos, un homicidio y la desaparición del personaje Hugh Grant. Atar los cabos de esta opertura pareció sobrepasar los límites creativos del guión y la resolución estuvo fuera de tono y toda la construcción del misterio colapsó. 

Habrá que darle crédito a la serie, otras producciones del mismo género de HBO (True Detective o Sharp Objects) optan por una narrativa tradicional de una escena del crimen, el detective y/o la periodista se acercan a aquél espacio aislado en tiras amarillas como un momento poético en el que el protagonista se encuentra con su destino. El espectador aún no se engancha con la novela o la serie, pues no ha puesto a los personajes en escena, aún no hay sospechosos o incluso motivos. El suspenso son evidencias in crescendo hasta hacer un diagrama vertiginoso que se le presenta a la audiencia quienes ya son una emanación del mismo detectives ellos mismos especulando ante cada avance de la trama. 

The undoing es un fracaso para el género, tiene errores de dirección haciendo que una actriz del calibre de Nicole Kidman parezca una melodramática de televisa, el hijo es un personaje aberrante y el juego ambivalente sobre la culpabilidad de Hugh Grant fue un desperdicio. Lo que se fue sembrando en la trama acabó siendo un mero ornamento de suspenso más allá de tener relevancia, los mismos detectives dejaron de tener diálogos en los últimos capítulos a pesar de ser el momento más relevante para su aparición y la continuidad de ciertas subtramas fueron olvidadas —y— lo más garrafal, la esposa fiel en el momento del clímax corre gritando en slow motion. No sólo hay errores en la trama, se recurre a clichés que no es que no funciones porque ya fueron choteados, siempre fueron malos. 

Esta crítica no es sólo para hablar mal de la serie, es principalmente porque se trata de HBO (Home Box Office). 

Se escucha el prender de una televisión antigua seguida de un monótono armónico, la pantalla tintineante en grises. Un momento de negros y después sigue: Ramin Djawadi con el tema de Game of Thrones, The Handsome Family o Leonard Cohen para las temporadas de True Detective, Michael Kiwanuka Cold Little Heart para Big Little Lies, Nicholas Britell con el tema icónico de Succession. Melódico HBO antes de mostrar una trama. 

Me es jugoso poder criticar a HBO por ver a un titán caído ya que significa que el capitalismo es inútil. HBO no significa calidad, significa producción, últimamente, queriendo recuperarse de las últimas temporadas de Game of Thrones han aventado dardos en la obscuridad viendo cuál es su nuevo <<hit>>. Big Little Lies iba a ser una gran serie pero acabaron el libro en el que se inspiraron y en la segunda temporada, dando patas de ahogado, reclutan a Meryl Streep, ya no hay trama ni conflicto, ni siquiera personajes, hay una celebridad; Perry Mason cumple con dos capítulos de la serie y el mismo misterio carece de intensidad; Watchmen se enfrenta a la titánica novela gráfica ( y única película buena de Zach Snyder) y fracasa con personajes enclenques; el tributo que intentaron hacer a Lovecraft Country parece una competencia fútil a Starnger Things (que personalmente no me parece que necesite competencia el cine-tributo a los ochentas). 

El dinero no compra la creatividad. HBO tiene el presupuesto y se le presenta un piloto como el de The Undoing y el final creativo decepciona así como ver diálogos en los que verbalizan la información que YA habían mostrado, escenas inútiles que llevan a nada. La cadena ya había decepcionado con Game of Thrones quefracasó por el mismo problema de Big Little Lies, se les acabaron los libros. Lo que más jugoso se me hace de la crítica a HBO es la carencia creativa del GUIÓN, el presupuesto y lo visual sigue en pie, la escritura y la narrativa parece que regresa a ser del mundo bibliográfico y no televisivo, las tramas se empiezan a sentir recicladas (y aquí podemos ir a cualquier cadena televisiva) y, infestados por el pensamiento de lo políticamente correcto, se ve el mismo tono repitiéndose una y otra vez.    

The undoing. Basada en Jean Hanff  Korelitz.  

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TENET. El palíndromo que fracasó.

Su inminente fracaso (pues como todo artista o equipo de fútbol, eventualmente se debe crear algo que carezca de calidad) lo veía venir con Dunkirk, una trama muy alejada a su terreno, una historia bélica. No falló, fue una excelente pieza y cuya edición sonora tascendió como uno de los mejores ejemplos para crear suspenso a través de ese sonido de reloj que, en parte, representa el medidor de gasolina roto en la nave de Tom Hardy.

A tres años de Dunkerque anuncia su regreso a aquellas tramas complejas, regresa a ser el Christopher Nolan de Memento a Interestellar (omitiendo su trilogía de Batman), en la que manosea al tiempo desde cualquier postura: físico, relativista, cuántico. Tanto la trama como la narrativa son complejas y de ésta, se deslinda el misterio, el thriller que te mantiene al borde del asiento con manos sudorosas.   

Desde el primer vistazo al Trailer de Tenet se promete complejidad y enmarañamiento, como si esa fuera la “garantía Nolan”; recuerdo el primer teaser de Inception en el que se deja ver a Joseph Gordeon-Levitt corriendo en el pasillo de un hotel giratorio en el que parece no haber gravedad. No te deja ver mucho más allá y es en esta ambigüedad en donde te seduce aquél producto Nolan. En el trailer de Tenet se ven balas en reversa y movimientos inversos, una película que va hacia adelante y hacia atrás (cosa que ya había hecho en Memento). 

El inminente fracaso de Nolan ha llegado. 

Este nuevo producto parece ser demasiado ambicioso para el director, el concepto de utilizar la entropía como un palíndromo es, sin duda, genial. No obstante, en cuanto se empiezan construir las tramas y subtramas se empiezan a ver algunos fallos, el hacer de esto una película de espionaje y acción parece que fue un idea con la que se casó y de la que pudo haber prescindido.  

Lo que había vendido en sus productos Nolan eran tema complejos que lograba sintetizar  y a partir de ello darle una narrativa de espionaje, Thriller o ciencia ficción. 

Obviamente comparé esta película con Inception ya que parecen ser las dos más cercanas de Nolan. La trama es de un empresario que debe renunciar a su cargo y la misión se complica porque —resulta— que el subconsciente de este tipo está militarizado. 

Todos los otros elementos de esta cinta son sólidos, pues se trata de una de las películas más aclamadas de la historia, un verdadero Titán que subió casi al Top Ten de IMDb, cerca de tener el prestigio de El Padrino. En parte, esto se debe a que es una película accesible para todo público, este elemento absurdo que es el inconsciente militarizado y el querer robar una empresa multimillonaria, no es más que una excusa para insertar acción, y una película de acción parece que siempre gana más audiencia. Con esta premisa medio escueta la película es un thriller, espionaje y ciencia ficción, como si fuera una adaptación de Philip K. Dick pero convertido en una “garantía Nolan”. Algo infalible.     

TENET. La idea era jugar con el palíndromo de la palabra como si se tratara de un metatexto. Utilizando la teoría de entropía (y el hipotético del demonio de Maxwell) Nolan hace una película que corre hacia adelante y otra hacia atrás (como las partículas rojas y azules del experimento de Maxwell) haciendo así, de la misma cinta, un palíndromo. Creo que lo logra con dos escenas: la del automóvil y la del aeropuerto. Más allá de eso, parece que la cinta no se logró, no hubo tal éxtasis como fue la recepción de Interestellar o Inception. Las recepciones fueron, es buena pero no es la mejor de Nolan e, incluso es una mala película o Nolan falló.  

Me parece que el fallo es que intentara insertar espionaje en esta cinta; como he repetido, Inception alude a unos elementos ridículos para justificar la acción en su trama (un subconsciente militarizado es bastante fútil por no decir patético) pero la cinta se sostiene por ser tan inmersiva y construida de tal forma que la audiencia se diluye como si, en realidad, estuviera en todos los sueños que hay en Inception

—Ahora— los móviles de espionaje generalmente son ridículos, se quiere conquistar o destruir el mundo. Una premisa bastante escueta que se da por sentado para que empiece la acción, y sabiendo que el producto final es una película de acción, en realidad el móvil parece ser indiferente. Que Cillian Murphy deje una empresa millonaria parece un motivo de espionaje bastante anticlimático, aunque la verdadera acción es la extorsión del personaje principal para poder volver a ver a sus hijos. Parecidísimo a la trama de Tenet. 

La idea del espionaje de Tenet es que el “Villano” quiere que el mundo (al igual que su esposa) no sea de nadie más, si él se muere todos se van. Este motivo suena bastante deplorable incluso si se tratara de un villano de James Bond. No obstante a Nolan no se le va a ver por sus películas de espionaje, aunque se agradecen algunas secuencias de tiroteos. Se va a ver este producto Nolan, la complejidad, así como el enganche del primer teaser de Inception fue ver a un hombre correr en un pasillo giratorio anti-gravitacional, en Tenet se trata de las balas que van hacia la pistola y la persecución automovilística que sucede en reversa. Con estos elementos TAN fuertes que vende la película parece fácil distraer a tu audiencia y hacerle creer que no importa la razón por la cuál el villano quiere anihilar el mundo. Pero a diferencia de Inception esta película no me pareció tan inmersiva para necesitarla ver unas tantas veces para darme cuenta que un subconsciente militarizado es ridículo, la subtrama y el móvil del villano me pareció escueto y mal pensado además de que su acento ruso… dejémoslo ahí. Tenet se metió la propia pata queriendo hacer tantas subtramas en un solo corpus para poder hacer su palíndromo.      

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Psicodélicos y derivados. El discurso de las drogas en la cultura popular.

Los sesenta y algo de los setenta, la cultura de los hippies televisado y registrado desde Estados Unidos: la revolución cultural de Ginsberg como canto de la contracultura; los paradigmas de la locura y de las drogas como percepción; las puertas de los psicosomático más allá de la fenomenología, como campo empírico de la experimentación; la revolución sexual; la época de oro para el cine estadounidense; el arte pop y las fotografías de Marilyn Monroe, Basquiat y Warhol son los iconos del nuevo epicentro cultural artístico que es Nueva York, el bohemio dejó de ser parisiense; el partido de las panteras negras, la revolución que retoma a Frantz Fanon y la escuela de la negritud de Aime Cesaire, the revolution will not be televised canta Gil Scott-Heron; por último, la revolución psicodélica, Los Merry Pranksters, Aldous Huxley y el viaje en bicicleta de Timothy Leary. 

Primero, Los Beatles llegan a Nueva York. Aquella Invasión Británica es el nuevo sonido de la industria musical, los Who, Kinks, Rolling Stones, Animals, el polifacético Clapton está dejando un legado algo que no imaginaría, al salir de los Yardbirds y seguir con sus consecuentes proyectos (Cream, Derek and The Dominos, John Mayall & Blues Breakers, entre muchos otros que menciona google) Jimmy Page tomaría la guitarra principal de los Yardbirds y se haría llamar The New Yardbirds, luego Led Zeppelin. Los estadounidenses preparan la respuesta con su talento correspondiente: Hendrix, Joplin y los Doors. La escena en puesta es el Rock Psicodélico, los chicos rebeldes de Liverpool pasaron de ser aquellos trajeados del sencillo Love me do a los caricaturizados por  Klaus Voorman en “Revolver” y los atiborrados por Peter Blake en “Coronel Mostaza”. La música es hecha bajo la influencia de drogas y la audiencia también.  Las imágenes de Woodstock lo demuestran. La música dejó de tener un estrato socio-económico, lo que era para la burguesía se convirtió en pop.     

El rock psicodélico… Jerry García de los Grateful Dead está en un camión con su guitarra cantando canciones de protesta. Al volante se encuentra Neil Cassady, el mismísimo Dean Moriarty de On the road de Jack Kerouac. El movimiento de Ken Kesey (aquél autor de Someone flew over the cuckoo’s nest cuya resonancia popular es la adaptación de Milos Forman), crea su movimiento de hippies nómadas en un camión pintado. El movimiento de este neo-nomadismo se influye por Albert Hoffman, aquél viaje en bicicleta que tuvo en los cuarenta se convirtió en la banalización y trivalización del efecto recreativo del ácido lisérgico. Por fin se podía ver la música y escuchar los colores. 

Ginsberg Aulló en la Galería Six en el 55, aquél movimiento contracultural se convierte en al premisa del hippismo y la psicodelia. Aquél Walt Whitman Jr relata que hablar de drogas era ilegal, que a él y a William Burroughs les daba miedo hablar de su consumo de mariguana porque podían dar a la cárcel. Los autores de Cartas de Ayahuasca, los gurús de la experimentación  para la cultura popular, quienes escribían sobre peyote y las percepciones extra-sensoriales, Leary se sube al estilo de esa narrativa desde un ámbito más clínico, eso sí, Baudrillard ya había escrito Los paraísos artificiales. Estos chamanes populares le tenían miedo a la fonética de las drogas, más allá del gusto del efecto, la mención.

Microensayos pesimistas

Jack Kerouac no escribe, mecanografía. Espeta Truman Capote a la novela americana del momento. El rollo mecanografiado de On the road fue hecho en anfetaminas, a propósito de los discursos del post estructuralismo o el new age y las premisas del nihilismo, no se le dice a aquél rollo un disparate en tachas, se le dice prosa espontánea.   

Las drogas y la psicodelia la adopta la cultura popular (y universal) y llega a nuestros días. Ya no hay estigma, no se tiene que ser un mugroso o un hippie para consumir drogas, se puede estereotipizar sobre qué tipo de drogas consume un yuppie o un humanista, qué tipo de droga se utiliza según la vestimenta. 

La aceptación de las drogas para la cultura dejó tener connotación controversial, por lo tanto, dejó de ser un tema filosófico; lo que era un ensayo fenomenológico sobre el efecto del peyote se convirtió en una anécdota sin muchos adjetivos. Aquellos escritos sobre la fascinación de las drogas y drogadicción han dejado de ser interesantes, ya se dijo todo incluso este escrito. 

Todo el mundo fuma mariguana y significa nada, el mismo oficial que te confisca mientras te sube a la patrulla consume igual que su adversario legal. Una vez más, la ética y la legalidad entrevén la artificialidad de las construcciones sociales.  

El neo-yuppie, el deseado Lobo de wall-street consume drogas estrafalarias, pero él viste bien, él no se droga. Los anuncios radiofónicos que “combaten” la drogadicción enuncia una voz tercermundista, sólo los pobres necesitan rehabilitación, ergo: los ricos no se drogan.  

Antes se vivía desde la sobriedad y el estrato de borrachera era una sublimación, las crisis existenciales —por otra parte— han hecho de la sociedad embrutecida una constante crisis, la sobriedad es un estrato inexistente (y también me refiero al transhumanismo, el mundo de las pantallas y la adicción cibernética como un tipo de opio que no nos permite vivir en la sobriedad). 

El mugroso hippie que habla desde sus delirios sin sustentos filosóficos se acerca a una noción mística al querer enunciar su experiencia somática bajo el consumo de estupefacientes. Aquella disyuntiva de la filosofía occidental contra el silencio. Parece más nirvánico un heroinómano al borde de la sobredosis. 

El epicentro bohemio se difumina, se crean microsociedades con demasiados centros, el todo y la nada regresan a su baile holístico. 

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Kurt Vonnegut o como satirizar la vida, el universo y todo lo demás.

“Lo que falta es un criterio: ¿Borges va después de Arlt, Poe, Stevenson o las Las mil y una noches? ¿Pertenecen Shakespeare y Dante a la misma estantería? Es difícil saber cuánto peso vierte el título de un libro sobre el siguiente. Quizá los libros prefieran el azar al <<tenue aburrimiento del orden>>, como anotó Walter Benjamin mientras desempacaba su biblioteca. Del orden accidental, en todo caso, surgen los mejores hallazgos”. 

Valeria  Luiselli, Papeles Falsos.

He tenido esta cita en mi cabeza en varios momentos de crear aquella taxonomía en el librero. Una maldita neurosis para algunos, peor aún, cuando se puede descuartizar a algún autor. Por ejemplo, Ishiguro ha sido autor particularmente conflictivo para mí: El gigante enterrado junto a Tolkien, El artista del mundo flotante junto Kawabata o Yoshimoto, Cuando fuimos huérfanos junto con las novelas negras de Chandler, Los inconsolables junto al realismo mágico de Baricco o Petrovic. Por otra parte está la tendencia de englobar al autor como parte de un Uno, tal vez colocarlo con la generación Granta junto a McEwan, Amis y Rushdie. No lo sé, irá cambiando. 

Al generar taxonomías bibliotecarias uno va colocando títulos, o me gusta pensar que todos empezamos así, y luego viene el concepto de autor, algo más complicado: hay quienes son su propio género, o que son pertenecientes a una generación bastante delimitada que facilita su acomodo.

En este juego encontré particularmente difícil acomodar a Kurt Vonnegut, ya habiendo leído unas antologías de cuentos y un par de sus novelas “principales” me di cuenta que su estilo de escritura no es particularmente fácil de acomodar. 

Eduardo Lago en su ensayo Walt Whitman ya no vive aquí habla sobre “Los hijos de Nabokov” término acuñado por Foster Wallace. También conocidos como la escuela de la dificultad por el juego postmoderno en el que yacen estos autores. Wallace, Pynchon, DeLillo. Menciona a otros pero sólo he leído a estos tres. 

El estilo semejante de ellos se parece demasiado a Kurt Vonnegut, el salto de tiempo, el juego satírico y el constante coqueteo hacia la ciencia ficción como una metáfora. Claro que Vonnegut puede ir junto con éstos, no veo porqué alguien que habla sobre la segunda guerra mundial desde el bombardeo de Dresde, mezclando las historias de un dentista, zapatero y rapto alienígena (Slaughterhouse five, 1969) no puede ir junto a un DeliLlo que habla del sueño americano desde el punto de vista un maestro de historia aficionado con Hitler (Ruido de fondo, 1985) o metáforas del Futbol Americano como estrategia bélica (Fin de campo, 1972); o junto a un Foster Wallace cuyo sentido postmoderno, más allá de la sátira, yace en su sentido de escritura cuyas notas al pie de página son más largas que la novela; o un Pynchon que parece haberle ganado a David Lynch con aquellas novelas negras irresolutas.

Claro que puede ir con estos autores y entre más se leen sus cuentos y novelas se van acercando a la sátira de los autores norteamericanos más o menos coetáneos con éste. Incluso Eduardo Lago alarga la lista de la Escuela de la dificultad menciona a Kurt Vonnegut, no como espina vertebral pero sí parece ser un anexo bastante sensato a aquellos autores y en la misma lista de prolongación se encuentra Philip K. Dick y claro que quiero tener en el mismo estante el universo de Tralfamadore con Blade Runner o Ubik. Parecería bastante simple y por ahí tuve acomodado a Vonnegut sin cuestionarlo. 

No obstante, no hace mucho empecé con una odisea de la ficción absurda, sin saberlo lo había comenzado con un libro humorístico llamado Maldito karma de David Safier y seguí con Jesús me quiere del mismo. Después seguí con varias maravillas de este género en el que no pude parar de reír, la trilogía en cinco partes del Autoestopista intergaláctico de Douglas Adams (a quien aludo con el título la vida, el universo y todo lo demás), el Mundodisco de Pratchett quien me llevo a Neil Gaiman (por Good Omens, escrita a cuatro manos). Uno de los tonos más humorísticos que encontré en dos autores (Pratchett y Jasper Fforde) fue el uso de las notas al pie de texto como meta-narrativa siendo muy parecido al sentido de humor de Foster-Wallace complejizando así mi clara, distinta y diáfana taxonomía, y, por supuesto, el lugar en el librero de Kurt Vonnegut.

Viendo a distancia a Vonnegut, recordando los tópicos de su trayectoria (sin haberla leído completa) he encontrado que su sátira funciona como filosofía en ficción cosa que me destantéa al hablar de esta neurótica taxonomía. Es cierto que en mucha literatura se encuentra filosofía e incluso algunas piezas literarias, con el transcurso del tiempo, se puede sedimentar como un ensayo (Dsotoievsky, Camus, Sartre, Kafka, Joyce, por mencionar algunos) —o—, algunas obras intersubjetivas se cantan, desde un inicio, como ensayo filosófico. 

Pero Vonnegut no parece tener la intención de ser un académico. Los conceptos con los que juega y su uso y abuso de la ciencia ficción le permiten escribir en el argot de una filosofía metafísica u ontológica, paradójicamente, caricaturizándose a sí y a las temáticas que cruza. 

En esta caricaturización Vonnegut destapa el nihilismo, existencialismo y vitalismo sin desvincularse de la metafísica u ontología (término complejo e inútil más allá de la filosofía académica, pero llamémoslo ser). 

1. Ontología según el disparatado mundo de Kurt Vonnegut. 

Cuando habla del ser (ontología) no lo afronta directamente, no usa palabras como quididad, ontoteología, dasein etc. pero no se puede escribir una sátira sin una noción de lo que es el ser pues lo que hace ésta es, precisamente, caricaturizarlo (lamento la redundancia). A Kurt Vonnegut le interesa mucho lo que es la búsqueda del significado de la vida, por lo tanto, de nuestra posición como humanos en la vida y en la tierra. Aunque parece que la premisa de su búsqueda es que es pueril pretender encontrar respuestas. 

2. La metafísica de los espaguetis en el cielo.  

a) Los Trafalmadorians son una raza alienígena que aparece en varias novelas del autor. Esta raza pude ver las estrellas atemporalmente: en donde estarán, en donde estaban y en donde están. Por lo que ellos ven un espagueti en el cielo. Este es uno de los conceptos en los que comienza a trazar una noción de metafísica, pues él, a diferencia de varios escritores de ciencia ficción, usa un agot y un tono muy particular para hablar del universo.    

b) infundibulum crono-sinclástico es una suerte de vórtice espacio-temporal de Sirens of Titan en el que el millonario Rumfoord queda atrapado y se convierte en omnipresente al estar en todos los lados y en ninguno/ todos los tiempos y ninguno

c) Killgore Trout, en Breakfast of Champions  cree que  los espejos son fugas entre dos universos, fugas metafísicas.

Todo esto lo detallo de modo superficial, solo es una suerte de glosario de aquellos conceptos que creó Vonnegut en su universo o una suerte de legendarium. Cuando llegamos a las temáticas en donde se pone en juego este glosario es cuando el existencialismo y el nihilismo brotan con tal frescura y absurdo que leerlo no es solo cómico, es también alentador. 

Su religión ficticia, bokonismo, les cuenta a sus seguidores que aquellas predicaciones son mentiras y a pesar de que lo saben se quedan con ésta siendo así bastante cínicos, al mismo tiempo bastante humanistas. A diferencia de las sociedades que se crean en este religar,en el bokonismo juega con una suerte de holismo el cual cree que todas las personas que se conocen es completamente arbitrario y azaroso, al igual que el significado de la vida que es un vacío y sinsentido, por el que querer a estas personas azarosas y arbitrarias es un aposteriori de la religión en el sentido estricto de religar. 

Teniendo este sentido de vacío y nihilismo como premisa también alude a la cercanía del existencialismo con el teatro del absurdo, llamado así por personajes sinsentido cuyas decisiones y tramas no se dan por algún oráculo o creencia en divinidades, un teatro moderno en época de las vanguardias cuyo eslogan de la época podría ser todo vale, desde los escritos nitzscehanos o existencialistas o las influencias Zen y Budistas en occidente, si todo carece de sentido todo está permitido. Aquí habrá que aclarar una concepción a veces mal interpretada sobre el dios ha muerto de Nietzsche y Dostoievsky, no se trata de un pesimismo, sino, una forma de aceptar la falta del mundo después de la muerte para hacer valer la vida en éste. 

Este absurdo es, como lo mencioné más arriba, una búsqueda sabiendo que no hay respuesta o que la respuesta es inefable y a pesar de ello, Vonnegut se aventura a especulara. Través de la ficción y de un sentido de humor negro que es calificado como sátira.    

*

Las sirenas de Titan (1959) se publica en una tardía época de oro de la ciencia ficción, cuyos autores que resaltaban eran Asimov, Bradbury y Clarke. Autores que se reconocen por escribir o ficcionar ciertas teorías del universo, no es muy distinto leer a Stephen Hawking, Henry Poincaré o incluso a Carl Sagan en ciertas frases de estas ficciones. Vonnegut, inintencionalmente cae en este círculo de pensadores o escritores, no se convierte en un escritor de esta “escuela” pero su obra se acomoda a pesar de que la intención de ésta no parece querer desmantelar el sentido del universo, sino el sentido de la vida (muy al sentido de los Monty Python) y, aunque parece ser lo mismo, regreso a lo ontológico: a Vonnegut le interesa la esencia de la vida, a diferencia de los otros autores quienes gustan de jugar con las reglas que rigen el universo para escribir sobre viajes en el tiempo y odiseas en el espacio para encontrar vida más allá de la humana en el vasto cosmos. Y cuando juegan con escenarios distópicos, utópicos o ucrónicos, la premisa trata de que la tierra como la conocemos es otra, Vonnegut habla de que esta tierra es ésta en tanto a su posibilidad de ser, esto es, en el juego del absurdo (como palabra vulgar o como concepto existencial) una sátira.

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Kurt Vonnegut, dentro de su propio estilo, es un autor bastante polifacético (sin necesariamente ser versátil) que no creo poder acomodar en un estante fijo. La primera cita de Luiselli sale de un contexto en el que ella se está mudando. Sin ser necesario cambiar de residencia, la mudanza puede ser de campo de estudio en el que la biblioteca personal va mutando según los títulos y temáticas que abundan, y Vonnegut dentro de su simpleza y comedia logró ser un autor de culto, no sólo por sus libros, sus pinturas y dibujos lo han hecho una figura de cultura popular. En parte, se trata, a pesar de estar en la lista prolongada de Eduardo Lago sobre los autores “complejos” Vonnegut juega con la sencillez. Sus temas pueden llegar a ser complejos, sobretodo la forma de sus historias que no siguen una estructura tradicional, aunque más allá de esta disparatada forma de contar historias, Kurt Vonnegut se desnuda para que el lector pueda conocer lo que es para él su noción de la vida, el universo y todo lo demás.   

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De Orwell a Philip K. DIck| microensayos sobre el transhumanismo

Orwell y Huxley.

Imaginar el futuro es uno de los ejercicios lúdicos que cada vez parece ser más predecible. El escritor que se sienta a elucubrar sobre mundos posibles necesita un criterio sagaz para que su obra no caiga en el ocaso. Los titanes de este ejercicio crítico fueron George Orwell con 1984 y Aldous Huxley con Un mundo feliz. Ambas obras juegan con el término (u)topía y (dis)topía, pues el prefijo u significa la negación del topos (lugar): el lugar perfecto es perfecto en cuanto no existe. Así que la distopía y la utopía se trazan como un paralelismo bastante difuso. 

Black Mirror.

Hoy en día la referencia más popular sobre el transhumanismo sería Black Mirror (Charlie Brooker), serie que decayó en cuanto pasó a manos de Netflix. 

El capítulo piloto de la antología hizo algo bastante interesante: aunque la serie prepondera sobre el futuro, el primer capítulo se narra desde el presente. Todos los problemas tecnológicos y problemáticas que la serie coloca como un imaginario o un hipotético, el piloto (además de ser el más fuerte) muestra que una figura pública no se puede esconder, con el simple hecho de que existan ya todas estas herramientas tecnológicas, además de una sociedad sedienta de morbosidad imposibilita que el Primer Ministro de Inglaterra eluda poder tener sexo zoofílico con un cerdo en televisión abierta. 

El resto de los capítulos y la película Bandersnacth carecen de intensidad en cuánto pintan el transhumanismo como algo futuro. 

Pinocho.

Una de las temáticas capitales del transhumanismo es la inteligencia artificial, un Pinocho contemporáneo, “el niño de verdad”, el autómata que es capaz de pensar por sí mismo, mentir es parte del lenguaje, un proceso lingüístico que no apela a la lógica de las máquinas pues al ser el código binario, sus respuestas pueden ser sí o no. 

¿Hasta dónde puede una máquina tener consciencia?, esta disyuntiva viene desde la prueba de Turing (1950) en la que se pregunta si las máquinas pueden pensar.

Paralelo a ello se debe pensar ¿qué tan independiente es la consciencia humana?, pues esta pregunta nos lleva al ámbito de la esencia, en algunos casos incluso a lo religioso.    

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Algoritmos y predicciones. ¿Hasta donde llega la consciencia humana y podría tener un reemplazo? Somos espectadores y consumidores. Todo tiene un registro y este registro cae en un algoritmo de predectibilidad: descubrimiento semanal, Spotify te lo recomienda, según tus gustos de Netflix te recomendamos esto, publicidad en línea sobre tus productos y relacionados, guarda la ruta en el GPS para no perderte nunca más. 

¿Qué se encuentra afuera de la pantalla?, sin consumo o sin interacción con la computadora y los celulares inteligentes hoy en día no somos humanos, carecemos de identidad. Si no tenemos publicidad asociada a pláticas cotidianas, recomendaciones musicales, televisivas, cinematográficas, lectoras, somos nadie, somos un lienzo en blanco sin una identidad. 

Aquí habrá que resaltar dos puntos: el primero, es muy enriquecedor escribir sobre el futuro en una sociedad hipnotizada por la tecnología, en ficción o ensayística. El segundo, si la pregunta era si las máquinas pueden tener consciencia, ahora es si el humano puede tener consciencia más allá del mundo virtual. Si estos algoritmos que nos rodean predicen nuestros actos, qué se puede decir sobre nuestra esencia. Si es tan única e individual, un acto divino (según la creencia de muchos) por qué se podría anticipar su pensamiento.

Regresando al concepto de I.A. 

La idea de la prueba de Turing era hacer preguntas para hacer notar si la máquina tenía consciencia y si la máquina se sabía como máquina. La pregunta sigue escandalizando, a pesar de que hemos pasado las pesadillas distópicas de La Matrix. Alexa y Siri nos responden, los celulares se llaman “inteligentes” y la tecnología está diseñada para que tengamos atajos a nuestro pensamiento. La máquina piensa por nosotros. Este es un resultado que no se veía tan esclarecedor en las ficciones que apuntan hacia la inteligencia artificial, se veían como dos protagonistas independientes y no cómo uno sólo.  

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?      

Philip K. Dick es uno de los autores más controversiales cuando se trata del “género” transhumanismo. Gusta de combinar la novela negra con los avances tecnológicos y por ello el giro de Blade Runner es tan icónico.  ¿Hasta donde llega la consciencia humana si los replicantes pueden soñar?

(Haré un paréntesis para mencionar la genialidad que es El hombre en el castillo que trata de una ucronía en el que los alemanes ganaron la segunda guerra mundial). 

Ubik es el tranhumanismo de la publicidad. La ficción decora la inteligencia artificial en un laboratorio. Ubik, en un mundo hipercapitalista en el que se tiene que pagar por absolutamente todo. En nuestra realidad debemos pagar por agua embotellada. 

El mismo autor que alude que la mente criminal es predecible por lo que se puede saber del crimen antes de que suceda (Minority Report). 

Hagamos un “universo” de  Philip K. Dick, Los criminales no tienen libertad de decisión, los humanos somos consumidores (de productos según Ubik y de drogas según A scanner Darkly) y los autómatas pueden no saber que son máquinas. 

Un autor cuyo apogeo fue en los sesenta, hoy en día parece haber sido un profeta. Todas las preguntas que circundan el tranhumanismo, no fueron resueltas por él, pero parecen haber sido la espina vertebral de su trabajo como punto de partida para crear sus “ciencias ficciones” tan aclamadas.   

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Crápula harapienta | a propósito de kerouac.

El miércoles 21 de octubre de este esperpéntico 2020, Jack Kerouac cumple cincuenta y un años de haberse ido a la tumba por cirrosis. Vivió y murió abrazado de una botella y en sus letras dejaba ver que se aferró tanto a su ideal de vida que era una embriaguez, una borrachera, en el sentido literal de la palabra y otras acepciones. 

Hanif Kureishi en El buda de los suburbios su personaje principal tiene un diálogo con una maestra pedante quien espeta que lo peor que le puedes hacer a Kerouac es releerlo a los cuarenta años. Como si se tratara de un autor juvenil, que aquél discurso de un espíritu libre se trata de un alma adolescente. Sin duda, leerlo cincuenta y un años después de su muerte es una lectura distinta. Es una sociedad completamente mutada de lo que eran los cincuenta (cuando tuvo su apogeo como autor) o los sesenta.  

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El autor de On the road, el rey beatnik. Emblemático y una influencia para todos aquellos (me incluyo) pandrosos con un hippie reprimido, aquellos que quieren vivir en el hambre o hacer autoestop con quienes podrían ser asesinos seriales y amanecer en lugares desconocidos, pero simplemente no se atreven (nos atrevemos) a vivir “aventuras” un poco más reducidas de exotismo o espontaneidad. Aunque hoy sea más fácil ser un “pandroso” o un hipster, en aquél entonces, el estatus de un bohemio, que se la vivía embriagándose en bares de jazz, era exótico, con el sentido implícito de la palabra de que era peligroso —e ilegal—. No se trataba de un capricho adolescente. Aquella imagen que empezó a estandarizarse como “el chico malo” fue gracias a James Dean y Marlon Brando en los cincuenta, ellos a su vez fueron influenciados por la Generación Beat y su ruptura sociocultural de los primeros “hipsters” que proponían un estilo de vida desapegado de las normas sociales y un espíritu libre. Hoy ya es facilísimo encontrarse a un Brando o un Dean, aunque sea en estilo, fumando con aquél glamour de un vástago, cuya actitud es de un huérfano que no debe rendirle cuentas a aquella primera microsociedad que se funge con padre y madre. Aquellas figuras de autoridad son extintas para este nuevo arquetipo de rebeldes sin causa.    

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Kerouac se trata de un autor que vivió en el hambre y el autoestop, quien salió del establishment, del sueño norteamericano. Harapiento, desalineado, drogadicto y alcohólico (se debe hacer énfasis en que murió por borracho, tal vez, si hubiera vivido más tiempo se juntaría con Ernest Hemingway y Hunter S. Thompson en el club de los suicidas, tal vez alguna rama de psicología diría que morir por enfisema pulmonar, cirrosis o enfermedades de aquella índole es una suerte de suicidio). Sin duda una influencia clara para Chinanski (alter-ego de Bukowski). Ambos narran el cambio de trabajo bruto cada semana, pues el único valor monetario para ellos es el comprar la siguiente botella de vino. Hoy en día no creo que sea un revolucionario (regresando al diálogo de Kureishi), o no se vería como tal. Hacer aquellas travesías se convirtió en una tradición del “mochilazo” acabando la preparatoria, una forma de rito que, en realidad, ha perdido el exotismo, considerando que el epítome de la generación Beat (En la carretera) se publicó en 1957 y son datos autobiográficos de 1947 a 1950. En la postguerra norteamericana, este loco y harapiento viajó por Estados Unidos y México narrando que apenas tenía dinero para una cena. Comparándolo con un boleto estándar a Europa con una cámara telefónica para retratar todo el panorama. 

En la literatura norteamericana hay un punto de quiebre en Kerouac, claro que Henry Miller ya había sido un vagabundo por Europa y que la Generación Beat es la bastarda de la Generación Perdida. Simplemente es este afán que tenía Kerouac por emborracharse y por escribir desde esta botella simbólica. Todos eran borrachos y drogadictos (la “gran novela americana” parece tratarse de un concurso de venenos y erotismo polivalente, todo el realismo sucio pasa por esta etiqueta, Carver y Fante, dos crápulas que sin estar dentro del círculo de los Beats escriben en la misma línea que un Burroughs, Ginsberg, Holmes (John Clellon, no Sherlock) o los tardíos Kesey y Carpenter  (Don, no John). Incluso se ha comparado a Bolaño con los Beats), simplemente que Kerouac, en el sentido vitalista de la palabra <<embriagarse>> parecía ser el más intenso, quien no dejó su catolicismo y experimento con el Zen y el Dharma por una insaciable necesidad de vivir espiritualmente.    

Las temáticas de Kerouac fueron el exotismo, sexualidad (polivalente y homosexual), drogas, alcoholismo (lamento la redundancia), autoestop, largas caminatas y locura. Este último tópico es aquél que traza un quiebre, aquellos locos dejaron de estar clínicamente locos, simplemente no se adaptaban a las normas sociales que han sido disueltas. Definitivamente, releer a Kerouac a los cincuenta años de su muerte no es lo mismo. 

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C.S. Lewis | El otro lado de Narnia.

En siete libros, aludiendo o reconstruyendo el cristianismo, Lewis creó el universo de Narnia. Un mundo mágico regido por un león parlante y, la otra fuerza del ying-yang, el Mordor de su legendario, una bruja de hielo, aunque sólo aparece en algunas novelas. 

C.S. Lewis, a la manera en la que juegan los post-estructuralista, reescribe y tergiversa la biblia (… me hizo leer la biblia). 

Recuerdo haber leído los siete libros cuando estaba aún más chaparro e imberbe. Lo único que podía interesarme eran estos legendariums: El señor de los anillos, Narnia, Eragon y un pseudo plagio a Harry Potter que se llamaba Charlie Bone que, a decir verdad, me parecía mucho más interesante que Hogwarts. 

Cuando leí La última batalla (ediciones destino, la portada era de un esperpéntico púrpura, con un unicornio saliendo de un portal) fue una sensación muy parecida a Avengers: Endgame. La saga consta de personajes recurrentes que iban y regresaban para otra entrega (el único que recuerdo que saliera en todos era el león Aslán). En El sobrino del mago (ediciones destino. esperpéntico verde. tres anillos entrelazados) el universum se crea a través de unos anillos que son una suerte de portales a una tierra vacua. Lo primero que cae es un farol de un Londres real a una tierra fantástica, por lo que crece un híbrido de árbol y farol. Con esta magia se hace un portal para que, en la última entrega, salgan todos los personajes de la saga a pelear contra las fuerzas del mal —¡mi primer Endgame

Hasta ahí llega la historia de Narnia, no hay fase cuatro, no hay un Christopher Tolkien quien recupere sus escritos para seguir sacando precuelas, secuelas y extensiones del mundo literario. En esta suerte de antología que es Narnia, Lewis vive y muere dejando su pluma como un trabajo estructurado y completo que, desgraciadamente, trascendió como literatura infantil. Aunque se debe de desterrar el trabajo más allá de Narnia. 

Lewis pasa a la historia doblegado por el titán que fue Tolkien, tan grande que el movimiento intelectual de Oxford que fueron los Inklings, pasa desapercibido. Cenáculo de poetas, literatos, intelectuales, lingüistas. De la lista, resaltan los Tolkien (padre e hijo) y Lewis. Tolkien creó su propio idioma, después escribió un cosmos con años y eones dentro de su mitología para fundamentar la cabida de las historias, un cosmos vasto que se necesitan scholars que puedan entender todo este universo. El señor de los anillos sigue siendo un fenómeno con “fandom” cinematográfico y literario. 

Las historias, anécdotas (chisme) sobre Lewis indican que se trata de un escritor que aún permanece en este mundo, cosa que parece ser una desventaja. Tolkien, por otra parte, dejó de existir en este mundo y vivió en la tierra media por muchos años sino es que hasta su muerte. 

Lewis no se aferró a un corpus, fue mucho más versátil como investigador y como escritor, si acaso, su hilo conductor era el cristianismo (diré teología para no sonar tan mocho). Indagó en el terreno de la ciencia ficción haciendo una alegoría cristiana sobre la creación y el mesías. Trilogía cósmica: Más allá del planeta silencioso(1938), Perelandra, un viaje a Venus (1943) y, Esa fuerza maligna (1945). Fue hasta los cincuenta cuando comenzó a publicar la saga de Narnia mientras se recopilan sus charlas en Cristianismo y nada más considerado una apologética del cristianismo (lamento la redundancia). 

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A pesar de ser ateo o simplemente ambiguo en creencias esotéricas, metafísicas, divinas o de aquella índole, me parece que un buen creyente debe ser, de vez en cuando, blasfemo. Así, Lewis, el cristiano irlandés, quien fungió como teólogo en gran parte de su obra, ahondó en las temáticas de los dogmas, la ciencia y la religión como temática filosófica —y— la sátira (Cartas del diablo a su sobrino). Su fantasía y ciencia ficción son alegorías de la biblia; el último libro de su trilogía cósmica lleva el subtítulo cuento de hadas para adultos. Un libro de fantasía durante la gran guerra. Sin duda se trata de un apologético, sin aferrarse al flagelo característico de la cultura eclesiástica, yendo hacia el humor (o un sesgo de) con un género filosófico indiscutible: la sátira.      

El ojo teólogo de Lewis los hizo ser un escritor con una voz muy peculiar, principalmente dialogando con los textos sagrados como una narrativa, fábula o cuento, a veces siendo más académico escribiendo con pluma ensayística. Se podría decir que su trabajo es un hermeneuta, incluso semejante a trabajos del post-estructuralismo como lo que hace Roland Barthes en Mitologías (1957), tal vez sin la veta ensayística pero, de reducir y simplificar la premisa: comparar y tergiversar. Un ejercicio de re-escritura hasta que el lenguaje recae en su punto de origen pero con un nuevo significado.   

Narnia se convierte en el epítome de Lewis. Obra que se compara con Tolkien por la atmósfera de fantasía a pesar de que eran dos escritores que iban hacia distintos lados. Lewis era un teólogo quiene escribió —para y desde— su visión cristiana y quien fungió en la época de la guerra (y post) como un apologeta del cristianismo. Y como mencioné desde el inicio, Lewis, más allá de Narnia, siempre me será un autor inolvidable, quien —a través de metáforas y alegorías— me engañó en leer la biblia desde que era pequeño, camuflada con un león parlante y un fauno. 

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André Breton | México superó el excurso del surrealismo.

<<Excursos surreales: paralogías; lúdico uso de la imaginación en escenarios sin gravedad o sucesos atemporales; paradojas; onírico éter, cuerpos flotantes y arquitectura fantasmagórica; escénica contemplación orgánica; sinsentido; tergiversación de las tópicas freudianas; amorfa personalidad en las pinturas y en la literatura; reinterpretación del absurdo existencial>>.  

Dalí  había mencionado abiertamente el disgusto hacia la competencia inintencional de sus obras con el ethos mexicano. Edward James utilizó el escénico mexicanísimo para sus castillos. En el Reino Unido nace Leonora Carrington quien más tarde se nacionalizaría mexicana. Remedios Varo es exiliada de España a México. Luis Buñuel escogió Polanco para filmar El ángel exterminador. Henri Cartier-Bresson tiene fotografías de Mariachis con cerveza corona.  En fin, el escenario mexicano parece un hogar o al menos un magnetismo para los artistas percusores del surrealismo. 

A través de los manifiestos de André Breton sobre el surrealismo y ciertas conferencias traza ciertos cánones del movimiento, sin ser per sé el canon de su manifiesto, las conferencias de México en el 38 son un documento en el que expresa su admiración por el país.  

Brinquemos al presente: al otear la realidad mexicana parece permanecer en el surrealismo, escondido detrás de la promesa “globalizante” y el capitalismo fundado en metal inoxidable: la arquitectura detrás del aforismo less is more de Van der Rohe que dictamina puros rectángulos (fálicos si se cree en Freud) minimalistas que constituyen la metrópoli futurista que soñó Fritz Lang.  En México se ven intentos de uniformarse con la globalización pero continúa siendo una arquitectura yuxtapuesta de una lógica del sinsentido: al doblar en la esquina después de un semáforo ordenando el trafico de la sobrepoblación, en una intersección del periférico se transporta —como un umbral de fantasía— a una calle empedrada y anacrónica.

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En Antología del humor negro, Breton hace alusión al autor que parece marcar pauta para el siglo XX, la figura de la figura de Kafka (redundancia intencional). El proceso y el valor de su personaje Joseph K. han sido analizados en varios tratados de crítica literaria y filosóficos, Camus lo utiliza como cierre al Mito de Sísifo: La pesadilla kaflkiana como un castigo de la piedra de Sísifo pero en un tribunal por un crimen que no se cometió. La sobre-explotación de interpretar a Kafka una y otra vez a inicios del siglo XX se debe a que hizo de manera muy simple algunos tópicos nihilistas, sociológicos, pragmáticos, éticos. En fin, englobó muchas tópicas interesantes a la filosofía, en la pesadilla que es el tribunal eterno de Joseph K.  Breton, por otra parte, utiliza la figura de Gregorio Samsa en la Metamorfosis para considerarlo como una comedia. Amanecer siendo un insecto es tomado por André Breton como humor negro. 

La resilencia cultural del mexicano muestra una cercanía a dicho excurso al convertir de la comedia un medio catártico. En la antología se encuentran diversos autores (Nietzsche y Sade, por ejemplo) que muestran que Breton entendía por humor negro una situación controversial, la ruptura de un paradigma social y el ataque a los cánones de lo estético. Algo mexicanísimo reírnos del desastre y la tragedia. Un ethos de comicidad que converge con la tragedia.

La mejor comedia es la política mexicana, usémoslo como ejemplo: no hay discurso más escueto o más falso que las campañas políticas, simplemente es esquizofrénico, todo el aparato lingüístico es un estimado o una yuxtaposición de lo irreal. El verdadero absurdo es un “líder político” que vive en una realidad alterna. Claro que es una génesis de miseria, injusticia social, feminicidios, pobreza y afines de otras desgracias, pero estamos en un parámetro cuyo discurso es encontrar al hombre-escarabajo como un elemento de comicidad. 

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El principal vínculo del surrealismo con México se trata del sinsentido: las historias callejeras, la improvisación, las soluciones caseras; ver un carrito de tamales usado como automóvil con una familia de tres hijos; los crucifijos exuberantes en los coches; el altar de muertos en el cofre de un pecero; las coloridas fachadas de edificios abandonados; intersecciones de coches cuyos semáforos y vialidad parecen haber sido diseñados con el propósito de colisionar. En fin, este es el sinsentido que hizo que Dalí se sintiera intimidado por México, aunque no hay mucho dicho sobre la antología de Humor Negro y la comedia mexicana, pues esta antología no es el texto principal de Breton.

El índice de esta recopilación consta de irruptores intelectuales cuya obra ha sido considerada como grotesca, abyecta o esperpéntica, al igual que el humor negro mexicano.                

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Neil Gaiman | Entre fantasía absurda y realismo mágico

Neil Gaiman es un autor polifacético que va desde la estructura de los cómics hasta documentar a través de un reescritura, la mitología nórdica, también es una figura que se encuentra muy vinculada al cine: han adaptado Stardust, Coraline, How to talk to girls at parties así como colaboraciones en guión: Beowulf y la adaptación al inglés de Princesa Mononoke, y cada vez aparece más en la pantalla chica, Good omens y American gods tienen ya su adaptación en Amazon Prime y, antes de la pandemia, se había anunciado una adaptación de The Sandman.

Sin haber leído toda su bibliografía creo que he leído lo suficiente para ver un tema común del autor, por una parte se encuentra su apasionante búsqueda por las mitologías del mundo, en American Gods explota esta indagación así como su spin-off, Anansi Boys. En la co-escritura con Terry Pratchett Good Omens también denota el trabajo de documentarse con la mitología popular que es la católica, cosa que también hizo en The Sandman conjeturándola con la mitología griega. 

El humor absurdo y lúdico también lo explota gracias a que tiene una vena en la literatura infantil o esta suerte de narrativa a la que se le etiqueta como juvenil. Sí, en Good Omens se nota la pluma del humor absurdo del creador de Discworld Terry Pratchett (quien parodia y satiriza el universo de Tolkien con magos incompetentes, borrachos y turistas perdidos en un mundo que no les compete); no se puede decir que Gaiman sea un autor del absurdo per sé aunque se han notado estas influencias, especialmente en su libro “infantil” Fortunately the milk, un disparate de aventuras burlándose de un papá que no regresa a su casa porque “salió a comprar leche”. 

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Como un milenario educado por el internet, en momentos de ocio sólo se juega con el buscador de google en donde, queriendo que esta plataforma me recomiende libros, busqué <<realismo mágico>>. El buscador no me dio las respuestas que buscaba y no tenía gran certeza o simplemente no coincidía con lo que yo considero realismo mágico, no obstante, una de las recomendaciones fue El océano al final del camino. Libro que ya había leído y que, por cierto prejuicio que se tiene de acomodar los libros por autores y no necesariamente por el género, no había pensado en que este libro perteneciera junto a Baricco o Petrovic (considerando que el Realismo Mágico de la generación del Boom se cuece aparte), sin duda leí algo distinto a lo que estaba acostumbrado de Gaiman, cuya odisea comencé con American Gods.

Sin duda alguna, el cerebro de Gaiman es una explosión de mundos que logra esclarecer para poner en tinta y papel un pastiche de narrativas que puedan coexistir en el mismo cuerpo de la novela, una narrativa muy ambiciosa. 

El océano al final del camino resulta ser muy personal, cosa que, a pesar de que el autor puede llegar a asomarse entre sus páginas, aquí parece una novela nostálgica que comienza con un personaje adulto regresando a su lugar de infancia, como si el mismo Gaiman hubiese regresado a aquella granja de los Hempstock. 

Sin ir hacia la mitología y la magia con personajes poderosos, este relato contiene una sutilidad bastante bella que parece que el libro, tomando otro camino del canon de su literatura, se convierte en realismo mágico. Cuando el narrador se trata de un niño, los elementos mágicos tienen un carácter subjetivo, a diferencia de un narrador omnipresente que no está contando recuerdos.  

El protagonista, un niño de siete años, sin nombre, ya no se encuentra en el meollo de una odisea como Shadow Moon (American Gods) quien, de repente, sin mucho aviso, tiene que lidiar con un duende bastante alto, una esposa “zombie” y el mismo Odín. Este protagonista anónimo es fanático de la saga de C.S. Lewis, Narnia, así que ya no hay un protagonista inmerso en el género de fantasía, sino que lo lee, y la mitología se encuentra como un canto mitológico, las Hempstock son quienes cuentan sobre la edad de aquél recinto —y—, Lettie Hempstock, aquél amor platónico de su infancia, dice que el pozo de la granja es el océano. 

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A pesar de que en Coarline ya había jugado con la metáfora y la magia (me parece que es dentro de esta ambigüedad en donde se distingue el realismo mágico), en El océano al final del camino   juega con el olvido y el recuerdo y, aunque aparezca la magia de manera explícita, a través de seres inverosímiles, no la explota de tal manera como lo hace con barcos voladores, ciudades subterráneas, reinos del sueño, seres inmortales, ángeles y demonios siendo amigos (tal vez amantes) o piratas intergalácticos. 

Tal vez cuando tenga una bibliografía más recorrida de este autor pueda encontrar más realismo mágico o confirmar que su canon es, en efecto, tal fantasía que ha trabajado por su evidente gusto a las mitologías. Éste, no obstante, se trata de un libro nostálgico en el que Gaiman se asoma y se desnuda como escritor tergiversando sus recuerdos de la infancia y dedicándoselo a su esposa, tal vez siendo el libro más personal de Gaiman. 

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Nietzsche es un excéntrico alienígena, sobre la segunda temporada de Umbrella Academy.

Sobrecompensando un personaje que desperdiciaron la temporada pasada, aquél misántropo y millonario excéntrico cuyos rasgos eruditos y moral de superhombres huele demasiado a la ética nietzscheana así como la erudición, filología, pasión por la música y el look de un pensador del siglo XIX. El personaje ausente que fungió como omnipresente regresó a ser la vértebra de la “historia” para la segunda temporada.

 Antes de hablar de un filósofo alienígena habrá que recorrer lo que fue la temporada dos y colocar a los personajes en lo que se trató de una odisea de encontrar al padre, o bien, de cómo ser amado por un padre psicópata.

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Aún no hay una verdadera explicación el por qué de los paraguas; la obsesión de este millonario que quiere hacer su escuela x-men; ¿son mutantes, superhéroes, extraterrestres?; ¿cómo sucedió el embarazo de estas mujeres?; si se llevaban tan mal porqué, de repente, se amaron incondicionalmente —y—, la pregunta más importante de todas: ¿la relación de Allison y Luther es incesto?

Para la segunda temporada la lógica interna y algunas consistencias se vieron muy flojas, Vanya destruyó el mundo y, con un golpe de amnesia logró ser una ¿mutante? súper-poderosa, el papá psicópata resultó ser un alienígena a pesar de que en la primera temporada le hicieron una autopsia y, los viajes en el tiempo actúan sin consecuencia alguna hasta el último cliffhanger que se sintió vacío en trama pero conveniente para los bolsillos de la cadena.     

No creo que nada de esto realmente importe, la serie se enfocó desde un inicio en ser una suerte de diversión medio pueril y psicodélica sin mucha congruencia y, en la segunda temporada hay un hombre pescado que fuma adentro de su pecera. Parece cumplir.

Y sí, se ve un poco floja, a veces se pasa lento, Klaus sigue siendo el personaje cómico que engancha a la audiencia para soportar a los demás y cinco sigue siendo un pobre niño sobre-actuado con grandes momentos que prometían un increíble personaje que queda corto.

El guión fue predecible y apeló a ciertos clichés: hay un capítulo que hace un homenaje (¿o plagio?) a Snatch de Guy Ritchie con el mismo soundtrack, (golden brown, The Stranglers), los escenarios son estereotípicos, la comedia apunta a chistes de Luther echándose un pedo en el elevador, por último: el viaje en el tiempo se convierte en una mera excusa para que estos vástagos puedan emprender una odisea para conocer a su padre antes de ser aquel excéntrico demente que los adoptó, más bien los secuestro.

En un flashback muestran el funeral de Ben cuando todos eran pequeños. Aquella figura paterna les dice que como son superhombres deben adecuarse a una moral de éstos y los condena como cómplices de su muerte. Esto se contrasta con su peor momento en la primera temporada que es cuando se revela que mandó a Luther a vivir a la luna sin motivo alguno.

Esta ética de superioridad en lo que todo tiene un fin ulterior, en el que no existe lastima, empatía sino una autonomía del sujeto como responsabilidad impoluta, en la que se deja de creer en el perdón divino o que se quiere evitar necesitar el perdón divino, es aquella ética que Reginald Hargrevees les enseña a sus hijos y, encima de ello, son hijos superdotados así que el concepto del superhombre es tanto metafórico como literal para estos siete bastardos, claro que el experimento de este Nietzsche contemporáneo fracasó.

Aquí es donde cobra cierta paradoja la actitud de los personajes: en efecto son superhombres y cada uno de ellos está roto por dentro, sean inseguridades, adicciones, complejos de grandeza o, simple y llanamente, maniáticos. Estos “héroes” en lugar de tener un enemigo tienen complejos freudianos buscando el amor incondicional de una figura paterna que los desprecia y simplemente los utiliza porque tiene un delirio de que quiere —y puede— salvar a la humanidad; aunque parece odiarla.

La serie funciona como sátira, más como una parodia, al género de superhéroes como Avengers o La liga de la justicia. La idea es poner a siete “superhéroes” sin un universo cinematográfico y que sean unos inútiles; el papá quien fungiría como aquél creador del grupo resulta indiferente ante las necesidades humanas y sobretodo pedagógicas hasta que se explica que simplemente no le importa porque no es humano (también cabría la explicación con el miso Nietzsche). Ellos no pueden ser la liga de la justicia o los vengadores porque ni siquiera tienen un enemigo con el cual combatir, solo son unos hermanos medio idiotas que se meten en problemas, y al tener poderes, estos problemas escalan al Apocalipsis.

Si se hubiera enfocado sólo en satirizar el género, creo que sí tendría críticas por el sinsentido y las conveniencias del guión, Watchment es un buen ejemplo de cómo hacer una sátira al mismo género, convirtiendo a Superman en un extraterrestre indiferente (Dr. Manhattan), al capitán América en un sádico (The Comedian), a Batman en un detective neurótico e indigente (Rorschach). No se trata de ello, se trata de una caricaturización y parodia del género con soundtrack de los backstreet boys, personajes edípicos, trastornos que ocupan el rango completo, desde grandeza hasta depresión. Por último,  mi concepto favorito de esta serie: no son super-héroes, algunos (como Diego y Luther) tienen el complejo, pero son humanos normales que nacieron maldecidos por tener esas habilidades y al maniático Reginald rondando por el mundo buscándolos. Son torpes, sin un coeficiente intelectual envidiable, escasos de táctica, sin equipo, uniforme o disciplina, y, lo más importante, son un experimento fallido. Por el mismo propósito de querer hacer a sus superhombres lo que creó, fueron adultos disfuncionales.

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Charlie Kaufman | Un escritor un tanto nihilista.

*A propósito del nuevo trailer I’m Thinking of ending things. 

Llevo mucho tiempo queriendo articular la esencia de Charlie Kaufman en forma de ensayo, lo cual comienza a desmoronarse por todas las alusiones y apartados de este guionista y director quien gusta jugar con lo surreal, posmoderno, metanarrativas y una estética semejante a la del teatro del absurdo.    

Su debut direccional fue hace doce años con Synecdoche New York, en la que muestra una obra demente con personajes que, en primera instancia parecen inverosímiles pues juega con enfermedades neuróticas inexistentes y temáticas exageradas o improbables.

En esta película pone sobre la mesa lo que ha trabajado en su trayectoria, el metatexto de Adaptation (Spike Jonze, 2002), el humor sinsentido de Being John Malkovich (Jonze, 1999) e incluso el humor “filosófico” de Human Nature (Michel Gondry, 2001). También mostraría desde esta cinta un concepto que tiene sobre el amor que si bien lo trata en esta película desde la figura de un padre y de un ex-esposo, en Anomalisa, su segunda película como director, lo explota a través de un neurótico que escucha a todo el mundo con la misma voz a excepción de una chica a quien le es obvio que es hermosa sin saber por qué.

La única película que coloco aparte se trata de la pieza maestra de Michel Gondry, Eternal sunshine of a spotless mind (2004). No solo se trata del juego de surrealismo con ciencia ficción de una pareja enamorada que quiere olvidarse el uno del otro, esta cinta pasa al mundo del cine de culto por encima de las anteriormente mencionadas. Aunque sean accesibles los otros títulos, ésta parece ser la más popular sin estar sobrevalorada.

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Hasta aquí, aún no se desmorona el ensayo, sólo he mencionado la trayectoria del guionista y director, en cuanto se empieza a dialogar con alguien que es tan lúdico en el cine es cuando se empieza a colapsar, pues parece que su intención es jugar por el mero hecho haber tenido una lúdica creatividad.

Parte de esta estética del juego remite un tanto a la premisa todo vale del nihilismo, pero hasta antes de Synecdoche no podía decir en sí que fuera un autor nihilista, pues eso se trata de un compromiso a veces pesimista, a veces vitalista; es en una escena en que el personaje de Philip Seymour Hoffman le dice al equipo del montaje de un teatro sin audiencia (después de diecisiete años de estar en producción) que no se conformará con algo que no sea la verdad brutal. Es en esta verdad brutal en la que el director de la obra de teatro pierde la cabeza queriendo retratar la vida misma a través de un guión teatral. Parece irresoluta la tarea, no sólo por la imposibilidad de tener que emancipar al autor de la obra, también por el final del guión que le es imposible narrar desde alguien que está buscando la verdad absoluta en una pieza de arte.

Este diálogo ayuda a ver en la trayectoria ciertos tonos nihilistas sobre alguna concepción que tiene el autor sobre las relaciones humanas, el monotono de Anomalisa, el eterno retorno de lo mismo con Eternal sunshine of a spotless mind, la vacuidad de la escritura a la cual se enfrenta él mismo (caricaturizado como un personaje) en Adaptation.

El nihilismo es una temática que había preferido eludir al hablar de Kaufman pues no se centra en ello su trabajo aunque se encuentren los matices de ello. A propósito de su próxima película, I’m thinking of ending things el título me pareció resonar bastante con el nihilismo por lo que decidí abordarlo desde este ángulo. Como había mencionado más arriba, cuando un escritor opta por tomar una postura nihilista parece tomar una acepción vital de lo que se trata el vacío, como si se convirtiera en…, para Kaufman parece ser una herramienta o un residuo de sus diálogos, pues éstos relatan personajes en crisis, casi en un declive mental, la psicología de ellos, a pesar de que están inmersos en una trama surreal, es cuando cobran verosimilitud y así empatizan con una audiencia.       

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César Rangel | Sobre el fin del mundo

César Rangel. Artista contemporáneo que apela a una intersección que he encontrado poco común: su obra oscila de lo minimalista a lo hiperrealista.

El subtexto de su obra contienen una carga mitológica, siempre hay un discurso y un título con el cual juega con el significado de las palabras y la musicalidad de ellas, Phillipo y Albacora son dos ejemplos que me vienen a la mente. Ambos títulos que comienza a exponer en esta cuarentena apelando a la mitología del caballo y del pez. 

Definitivamente se trata de alguien versátil cuya trayectoria involucra escultura y fotografía. Las pinturas pueden ir desde un tallo del pincel en lienzo, como texturas, desde lienzos pequeños hasta lienzos que abarcan una pared, incluso juega con las percepciones escondidas, a lo que llegaré más tarde.  Algo que además me parece fascinante es que se trata de un autor daltónico.

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Siempre me ha fascinado el daltonismo como fuente primaria de interpretación perceptual. La vista como aquél primogéntio de la estirpe con la que empezamos a tener diálogo con el exterior y así comenzamos a crear el mundo. Encima de esto, lo que es la historia del arte pone en museos y lienzos una narrativa de cómo ha sido vivida la humanidad a través de estas pulsiones de aquellos genios que a través de su destrucción, paradójicamente, construyen lo que es el espíritu de su tiempo. Las vanguardias como disciplina de la posguerra cuyo espíritu del tiempo (zeitgeist) es un discurso bélico lo que comienzan a poner en la mesa son retratos de destrucción o tergiversación. Un punto culminante de esta paradoja (construcción/destrucción) es el cubismo en el que, la figura humana se encuentra ya desmembrada y descuartizada; y, siendo redundante, como disciplina de la posguerra uno se pregunta si es el arte quien destruyó la realidad o fue la realidad misma quien se destruyó, ¿cuál es el retrato fidedigno?

Utilizo las vanguardias como punto de partida para obviar el argumento. Otro ejemplo sería el invento del punto de fuga en el renacimiento como ruptura de la pintura y cosmovisión del medievo.

Este meollo incrustado en un artista daltónico nos da mucho material de qué hablar.

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De lo primero que encontré del artista fueron unas piedras azules y un catálogo cuya portada era un astronauta a carbón. Ambos trazos que no apelan a curvas, agresivos. Había ya mencionado algo sobre percepciones escondidas y es que, en lo abstracto y en lo ambiguo se encuentran formas, así como lo atiborrado y lleno de elemento pierde la figura. En una de sus obras, cuyos trazos minimalistas y texturas de blancos, retrata una tormenta, hay que poner mucha atención para comenzarla a ver y con ese juego se retrata el microscosmos del artista, uno se debe desvanecer del alrededor para sumergirse en la obra y poder ver la tormenta.

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La escultura que se expone en la fotografía de arriba se encuentra una balsa en el agua. Algo que de lejos o sin el sumergimiento en la obra no se puede apreciar.  Así como lo hace con las pinturas, sus esculturas también son un fenómeno sensorial.    

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Dado el confinamiento ha hecho varias exposiciones desde una ventana tapiada que le ha funcionado como metáfora, alusión a una coyuntura en la que se cancela la oportunidad de salir.

Comenzando con Animales de otra certeza como Phillipo (que ya había mencionado) y, hasta ahora, el fin del mundo. Título que me es de afortunadísimo por aquél discurso con el que comencé hablando del daltonismo. Las imágenes las expone en un cuarto con paredes blancas y aquella ventana tapiada en la que el mundo, como premisa, se ve ya terminado, no obstante anuncia, apenas, el fin del mundo. El mundo una vez más, desde la percepción de un artista, se anuncia como un fin.    

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La novela negra y el idílico nada

En los noventas Bukowski publica su última novela titulada Pulp, un juego postmoderno que se disfraza de «suspenso», un hálito detectivesco con elementos sobrenaturales y de ciencia ficción, un pastiche de géneros del cual, sobresale aquél que Raymond Chandler bautizó en los cincuenta como Novela negra.

Es difícil leer esta novela con la mentalidad que se tiene al leer o ver un misterio como tal, pues aunque se haya popularizado el género en la época de Chandler y el cine de Billy Wilder y Alfred Hitchcock los detectives de Poe y Doyle (Dupin y Holmes) ya habían establecido una arquitectura de cómo resolver crímenes, se tenía un método y seguían una lógica infalible a través de silogismos que solo estos dos detectives podían ver y así resolver cualquier misterio posible.

Lo mismo sigue sucediendo con las novelas contemporáneas, a pesar de que quieran llegar al extremo de esta lógica, se mantienen dentro de la misma estructura. Las obras de Nick Pizzolatto, Stieg Larsson o incluso Cuando Fuimos Jóvenes de Kazuo Ishiguro. Todas se mantienen en el suspenso, en el caso de Larsson y Pizzolatto, las tramas conllevan a que haya una confrontación entre el detective principal y el villano. Las películas también se siguen comportando como tal, incluso Gone Girl cuyo fin del primer acto pudo haber sido el final de cualquier otra obra. La cinta (no he leído el libro) continúa con giros inesperados hasta enfrentar al detective (el esposo, en este caso, juega el rol de detective) con su esposa (la “villana”).

No fue mucho después de que Chandler haya bautizado el género que algunos autores empezaron e tergiversar el género y jugaron con misterios irresolubles, pues tal como la posmodernidad, dejaron de darle peso a la lógica apodíctica y apelaron a los sinsentidos, al absurdo e incluso el surrealismo. Novelas como Rant de Chuck Pahlaniuk el ojo del espectador se convierte en algo más vertiginoso, en donde el asesino es imparcial y todos son testimonios, una suerte de juego como lo hizo Bolaño con Los detectives salvajes que nunca se muestra al protagonista, y el misterio solo es una excusa de finalidad para llevar a cabo la trama, en estos dos ejemplos no hay tal finalidad. American Psycho de Bret Easton Ellis es otro perfecto ejemplo en donde la narrativa solo explica el narcisismo de Patrick Bateman hablando de productos y marcas, tiene más peso el reloj del psicópata que la misma trama.    

Hay dos autores (un cineasta y un escritor) que me parecen pilares para este giro de tuerca que se la ha dado a aquél género: David Lynch y Thomas Pynchon. Ambos juegan con demasiados elementos surreales y no hay tal cosa como una resolución, van más allá de un final abierto porque éste se trataría de un binomio ¿fue o no fue?.

Paul Thomas Anderson adaptó Inherent Vice de Pynchon, al verla creí que tendría más claridad sobre el misterio que trata la novela. Quedé más lejos.

David Lynch es famoso por este tipo de narrativa, en la que apela a elementos metafísicos, sobrenaturales, ridículos, absurdos. Todo eso para eludir una respuesta.

El juego postmoderno tiene la premisa de que la vida real no necesita de esa lógica o estructura que leemos o vemos en el cine. El sinsentido, las paralogías y coincidencias sí existen así que el concepto de verosímil queda ambiguo y más allá de jugar con una creación se puede ver o leer una destrucción hacia lo que fue el fundamento de la arquitectura. Jugar con Chandler y Hitchcock para destruir la lógica interna de sus antecedentes.

Al acabar estas obras hay una increíble sensación de vacío, el sustento es la nada, una nada decorada de poesía e imágenes estéticas que construyen grandes obras de arte, Pynchon incluye un poema sobre lasañas metafísicas en forma de canción en Inherent Vice y Lynch, cuando regresó Twin Peaks a la televisión, un tronco parlante le da pistas al jefe de la policía. Ideas etéreas que decoran el vacío. Elementos que atentan a la lógica interna, no obstante, continúa la trama hasta llegar a un final, el cual, no se trata de una resolución. Se trata de nada.    

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Glosolalia articulada Narrativa

Abyecto, aberrante y comediante | Charles Bukowski.

La comedia ácida, cine de autor o música experimental a veces es difícil de recomendar ciertos títulos y cuando éstos son Máquina de follar o Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones no invitaría a un pariente cercano a que lea a este autor. Aunque probablemente a Bukowski le gustaría ser recomendado a una abuela ortodoxa y retrógrada para que lea sobre sus erecciones disfuncionales por el accidente que sufrió de pequeño (del cual escribe recurrentemente). 

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Empezando con una botella vacía los diálogos intersubjetivos y las aventuras u odiseas de estos personajes cobran una enorme euforia que solo un borracho puede tener. No solo en Bukowski, autores como Fante o Carver o que se hacen llamar pertenecientes al realismo sucio hay una búsqueda borracha de lo que es la autenticidad yendo en contra de toda norma social, empezando por la sobriedad como contrato social, como si el superhombre de Nietzsche se tratara de un alcohólico.   

Esto parece que  los lleva a una paradoja: exilio y anhelo social. Tanto el rechazo como el deseo narcisista de querer ser notado por alguien y ser notado como alguien superior. Ello desata una comedia ácida, los personajes principales no están hechos para empatizar con el lector o viceversa, están hechos para repudiar y atormentarlo. 

Arturo Bandini, alter-ego de Fante, en Camino a Los Ángeles se describe a sí mismo como un insufrible adolescente en un narcisismo estrepitoso. Se coloca en un pedestal, en un Olimpo, mientras ve a los demás como unos banales mortales pues él, Arturo Bandini, el escritor, representa a un genio. Nadie lo toma en serio —probablemente ni él mismo— y se convierte en una comedia muy difícil de tragar porque no hay forma de no detestar al protagonista. O te ríes de él o simplemente no avanzas en el libro. 

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Pájaro azul.

Bukowski, en esta cruzada arrogante por la autenticidad, muestra a un autor ahogado en sus penas. El poeta, a diferencia del novelista, expresa una sensibilidad atorada y ahogada en un alcoholismo, el cual se sabe como un recurso psicológico para enfrentar la miseria a diferencia de coetáneos suyos que subliman la figura del alcohol como una musa fantasmagórica.  

<<Soy astuto, no dejó saber a nadie que llevo un pájaro azul por dentro, cuando quiere salir le echo whisky y humo de cigarro>>

parafraseo Bluebird.

Este poeta empedernido parecía buscar cierta aceptación social y a esta sensibilidad (pájaro azul) la confundía con vulgaridad —tal vez estuviera en lo correcto—. Frente a sus poemas de un romántico anacrónico flagelándose, se encuentra el cínico estoico de sus novelas. El personaje que desprecia las convenciones sociales, las regulaciones y aquél falaz concepto de normal que parece un producto de la banalidad cotidiana.

Factotum,

Chinaski es despedido una y otra vez y le sería indiferente de no ser porque el dinero paga el siguiente trago. A través de esta novela habla del sexo, las drogas, el alcohol y lo confronta con el sueño americano. Siendo este disparate intersubjetivo de Bukowski, una crítica social, cuyo monólogo parece ahogarlo de enojo de que las cosas sean como son y de que él sea como es. El autor necesita del odio para criticarlo y para escribir desde éste, escribir desde las entrañas.  

Estas narrativas parecen apelar a una comedia inintencional gracias a un tono satírico. De tener al autor frente y preguntarle si se considera un comediante, o simplemente simpático, probablemente sería atroz y ofensivo para él. Tal vez sea su concepto de sociedad y banalidad lo que es tan absurdo y ridículo y aberrante que como narrativa de su propia miseria cae en la comedia.