La transformación necesaria para garantizar la supervivencia humana requiere un cambio de paradigma sobre cómo “funciona” el mundo.

La transformación necesaria para garantizar la supervivencia humana requiere un cambio de paradigma sobre cómo “funciona” el mundo.
El llamado mediodía es conocido por el común de las personas en la ciudad como las 12 del día, o las 12 pm. Pero allá, en lo que muchos amigos y conocidos llaman cariñosamente “el infiernito”, es un lapso que inicia a las 2 de la tarde.
El diagnóstico del facultativo fue contundente: “Está usted endiablándose, no podemos hacer nada, es un proceso irreversible, seguro comió algo que le llevó la infección al estómago y ahí surgió todo”
A veces cuando hago esas tareas, salgo como autómata a hacer compras, a reunirme con alguien a tomar un café. Escucho un poco de sus conversaciones, río de algún chiste y luego siento que estoy en un sitio ajeno, dejo de oír las voces, los ruidos, mi cuerpo se hace un cascarón que está ahí aunque yo me haya ido.
Además de aquella faena había que limpiar la casa, arreglarla para la ocasión: barrer, trapear, adornar, sacar los manteles, los platos más bonitos, hacer espacio para más gente que de costumbre en el comedor, todo esto sin descuidar la sazón ni por un instante…
El hogar de la infancia tiene una herencia culinaria insospechada, fincada en las raíces afro del estado; pensarlas tan solo me dejan ver las formas en las que he aprendido a cocinar: sin recetas, sazonando con la experiencia, con el don de la “buena mano”…