Una de esas tardes lo descubrí en la playa de C., con un viejo traje de baño, sentado sobre una toalla y mirando hacia las olas. Yo hacía un poco de ejercicio ahí, saliendo de trabajar. Me quitaba la corbata, cambiaba de zapatos, cruzaba la avenida para alcanzar la marea de mosaicos negros y blancos, y, después, la arena. Corría por la orilla y esa tarde, al pasar, lo vi sentado, macizo, las piernas estiradas, los brazos sobre su vientre de hombre a punto de la jubilación.
Nathan Sousa | Aviso

No esperes de mí
el rostro sin gracia de los retratos robot,
tampoco la gota de sangre
en el verso pingado.

POST LÍMITE
Martín se quita el bonete,
la nariz de plástico y la loca alegría.
Desarma todos los artificios,
retira el cotillón, apaga la lámpara roja.
Rody Polonyi | El informe Lúxor

En las cercanías de Lúxor, a 42 grados y bajo un sol de justicia, el Valle de los Reyes resplandece como un horno calcáreo inhabitable para cualquiera que no esté ya momificado. Oculta, a la sombra de la colina tebana Meretseger, se halla una bóveda que fue descubierta el 25 de enero de 1994 por un equipo suizo de la universidad de Basilea, que la bautizó como la tumba KV 40. En ella encontraron algunos de los hallazgos más sensacionales de los últimos tiempos, además de un centenar de cuerpos embalsamados, entre ellos, los de varios príncipes y princesas de la decimoctava dinastía.
Muy discreta y cerrada a cal y canto por una trampilla metálica ardiente como un brasero, la tumba KV 40 está al principio del ramal que conduce al risco donde se encuentra la de Tutmosis III. Millones de visitantes han desfilado ante el lugar sin imaginar el tesoro que se escondía dentro.