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Poesía y Cine/stesia

Poesía y Cine/stesia | Civilización y violencia

El alto índice de violencia en una sociedad habla de su escaso nivel de desarrollo. Otros síntomas como la ignorancia y desigualdad son principales exponentes que impiden el buen desarrollo de una civilización. Voy a utilizar el cuento de El matadero de Esteban Echeverría, para exponer que la violencia es intrínseca al modus operandi de nuestras sociedades.

El cuento se sitúa en un contexto social religioso, apegado a la fe católica. En este escenario existen divisiones políticas entre unitarios y federales. El contexto político-religioso es el cimiento de esta historia: la mina que desencadena una serie de explosiones simultáneas. 

La ciudad de Buenos aires está en cuaresma, lo que significa que los creyentes deben abstenerse de comer carne. Sin embargo, una tormenta desborda el río de la Plata; en consecuencia, la gente padece hambre (los religiosos lo consideran un castigo divino), el restaurador hará lo posible por hacerse de un novillo entero para su propia supervivencia; gente morirá.

En una sociedad siempre hay alguien que ejerce la violencia y otro que la recibe. El violentador siempre se sitúa  en una posición de ventaja sobre su víctima. A su vez, la víctima (aunque parezca una obviedad) se halla en desventaja del ejecutor.

En cada sociedad existe un chivo expiatorio. El chivo es alguien en el que recae toda la violencia de un grupo. Quizá alguien ligeramente distinto, que no encaje perfectamente en las convenciones sociales tradicionales. La sociedad necesita expiar su rabia interna de alguna manera. Pongo el ejemplo de Jesús: el cordero que se sacrificó por la humanidad para eliminar el pecado del mundo. Lo que vemos es en realidad a un hombre torturado, ensangrentado; crucificado en manos de otros hombres. Un pueblo deseoso de sangre, educado para la violencia. Ya no se distingue, se ejecuta con familiaridad. 

Me he preguntado muchas veces el porqué de la violencia. Pero no logro comprender razones. Quizá es una cosa simple. Como la banalidad del mal de la que habla Hannah Arendt. He concluido que la violencia es un síntoma de banalidad emocional, se trata de la incapacidad para comprender la posición del otro. Quizá no haya razones, sólo instinto. Un instinto primitivo que todavía no ha alcanzado a desarrollarse.

El uso de la violencia se fomenta con la educación y la normalización. La costumbre nos familiariza y la ignorancia no permite que veamos más allá de nosotros mismos. La violencia es impersonal en el que la recibe, pero habla personalmente de quien la ejecuta.  Esto es algo muy difícil de entender; sobre todo, cuando hemos sido objetos de violencia y otras injusticias.

A Jesús lo asesinaron, pero no fue personal; era un síntoma de la sociedad ignorante, torpe, deshumanizada. No fue el primero ni el último. La violencia consiste en una metodología de comportamiento. Forma parte de nuestra interacción con el otro, ¿por qué? Nadie nos ha enseñado a relacionarnos con el otro sin menospreciarlo.

Este cuento es una pintura al óleo. Cada pasaje es como pasar la mano sobre el relieve de una pintura. Por ello, concluyo que Esteban Echeverría fue pintor, escultor,, director de cine. Las escenas son inolvidables: el caos, la gente peleando como si estuviera en un mercado, grita, se arrojan vísceras; la gente se encuentran en un despilfarradero de sangre como si se tratara de una plaza pública. Tristemente, todo parece indicar que la violencia sigue formando parte de nuestro proceso civilizatorio.

Poco a poco, como el río plata que crece hasta que inunda la ciudad; poco a poco el caos inunda. Cuando uno termina de leer el texto, se pregunta: ¿Qué es todo esto? El lector no sabe si reír o llorar, horrorizarse, o maldecir.