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En el abismo

Arturo Santana | Velocista (Poesía)

Salí a correr en la madrugada.


Jamás me detuve,

ni siquiera para tomar un poco de aire

o esparcir el agua de mis entrañas.


Seguí moviéndome,

siempre hacia adelante,

ajeno al tiempo, lejano al espacio.


Fui tan veloz

que el sueño y el cansancio

se desmayaron en el camino,

justo después de la sed y el hambre.


Fue toda una hazaña;

y sin embargo,

antes de que caiga la noche,

me doy cuenta de que hace mucho

me alcanzaste.

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En el abismo

Arturo Santana | La trilogía del abismo (Poesía)

Mirando al abismo

La demencia no tiene fondo;
no hay perdón para un hombre
que es niño, anciano y joven.

Siempre es medianoche, pero a quién le importa.
El odio sabe a ira. Es ira.
¿Y quién soy yo?

Quizá el mismo de ayer, cuando éramos “nosotros”
(cómo crecían las flores en la arena);
entonces la fuerza tenía un nombre,
y yo pronunciaba el suyo para placer de los sentidos.

Su rostro era el espíritu de felicidad tardía.
Los días no tenían principio o fin.
Eran días y punto. Era amor el mío y punto.

El misterio sigue siendo un misterio,
incluso más que la muerte.

Los ojos de la ironía se parecen
a los ojos del escepticismo
(qué brillantes eran cuando
hablaban en lengua extranjera).

El reflejo del abismo anuncia un lejano “tú y yo”.
La disyunción era más extensa que las dunas,
más inmensa que la profundidad.

24 horas después…

No pude ver más que ficciones
de tiempos perdidos.

El peso de una imagen
tallada en el pasado y mi fragilidad
pudieron más que el esfuerzo,
el orgullo y eso que llaman voluntad.

Mientras caía,
me ahogué en un océano
en el que juré nunca navegar.

Desde las profundidades

Aquí abajo es diferente:
una noche larga y húmeda.

Cada sonido es un movimiento
de fantasmas en cacería.

Ya no me asustan.

Hace tiempo que soy
un cuerpo inerte en descenso
hacia la sima del infinito.

Supongo que no veré más
los celajes de cada atardecer
ni sentiré el suave perfume
en los alisios de altamar.

Estoy muy lejos
para escuchar las olas
o soñar con una botella
flotando a la deriva.

Aquel nombre se quedó
enterrado en la arena,
mirando hacia el mundo
de la superficie.

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Nuestra memoria Poesía

Carlos Menkos-Deká | Para hacernos eternos

Olvídate de tu nombre.
No me recuerdes el tuyo.
Que toda definición se borre.

Hoy no soy ninguno
de los que siempre soy.

Seamos la esencia primitiva.
Que no tenga tu voz
ninguna resonancia conocida.

Calos Menkos-Deká (Guatemala 1924 – México 1983). Fundó y dirigió el TAU. Escribió profusamente para teatro. También publicó narrativa y obra poética. En 1982 obtuvo el Primer Premio de la Dirección General de Cultura y Bellas Artes, por su libro de cuentos, Abre, abre, Solarc Diez el baúl de los gigantes.

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Poesía

José Roberto Leonardo | Carta al niño que mira el fin del mundo desde su ventana

Ha dejado de llover

con el letargo de las hojas al caer del árbol

con el sosiego de la abuela al girar el grifo del agua.