El arte posee cierta dosis de atemporalidad, es eso lo que le permite a Starry Night de Vincent van Gogh, o a Für Elise de Beethoven, ser obras sublimes que trasciendan el tiempo, y que aún hoy, como seguro lo harán mañana, millones de personas alrededor del mundo sigan contemplando su valor y belleza. Representaciones como la escultura, la pintura, la música, la danza, la arquitectura, o la literatura, son tan antiguas como la historia humana lo es, de hecho, son estas las seis artes de la antigüedad. Algunas formas reconocidas, nacidas en el seno de estas disciplinas, fueron realizadas en los siglos previos a la era cristiana, en el Egipto Faraónico o en la Grecia Antigua, incluso mucho antes —milenios antes—, en la prehistoria, cuando las incipientes comunidades humanas eran pequeñas tribus nómadas conformadas por cazadores y recolectores que cubrían sus cuerpos con pieles de animales, se amparaban del frío y de los depredadores en las cuevas de alguna montaña, y la tecnología más avanzada que conocían eran la lanza y el fuego, pues de este periodo datan las pinturas rupestres, muestra de que ya los humanos se maravillaban con el movimiento del planeta salvaje en el que vivían, con la ferocidad de un tigre dientes de sable, con el avistamiento de un cometa, con el misterio de reconocerse vivos y sensibles ante el universo incomprensible que los rodeaba. El arte, en sus formas primarias, había iniciado.
Pero claro, llegada la edad moderna, y con ella la invención de artefactos tan maravillosos que se dirían puros efectos de la imaginación, como la locomotora o el avión, se originaría una nueva representación del arte, la séptima, casi salida de un manual de ilusionismo: el cine. El arte cinematográfico, es la combinación inalienable de la pintura, el plasticismo, la dramaturgia, la danza, el teatro, y, tiempo después, cuando fue posible la implementación del sonido, también la música. Eso provoca que no haya un consenso definitivo entre si el cine es un arte en sí, o si no es más que la combinación armónica de artes que lo precedieron. Sin embargo, no hay duda de que el séptimo arte posee algo que nunca antes ninguno había podido capturar tal cual era, me refiero al movimiento. Con una cámara se pueda visionar al mundo tal cual sucede, esto le adhiere al cine una tenaz carga de objetividad, lo que, si de arte se trata, puede ser tan bueno como perjudicial, porque el arte, como arte, es en últimas eso, un testimonio, un fragmento del artista, sus temores, proezas y talentos, y todo esto es, necesaria y milagrosamente, subjetivo. Dos pintores que pinten el mismo atardecer nunca pintarán el mismo cuadro. Es ahí donde reside la magia del cine como arte, en expresar más que en mostrar.
La mayor parte de las películas contemporáneas están dadas al servicio del espectáculo y del dinero, no obstante, existen directores que siguen haciendo cine de verdad, cine que, por ser arte, trasciende a través del tiempo.
Es complicado entender en su totalidad y trasfondo la trama de películas como El Ángel Exterminador (1962), el trabajo más conocido de Luis Buñuel; o 2001: A Space Odyssey (1968), dirigida por Stanley Kubrick; o El Espejo (1975), del ruso Andréi Tarkovski —máximo exponente del cine arte—; o la surreal Mulholland Drive (2001), escrita y dirigida por David Lynch; o Kynódontas (2009), dirigida por el cineasta griego Yorgos Lanthimos; o Burning (2018), el film cumbre del coreano Lee Chang-Dong. La complejidad en la comprensión de estas obras maestras, principalmente, reside en que cada una aboga, a su manera, por la esencia misma del cine, por el cine como arte y lenguaje que transpira en cada plano el espíritu humano que sus autores, desde el director hasta el último de los extras, le han transfundido. Un significado completo es el que la obra expresa y una interpretación propia es la que el espectador le debe dar.
Nadie podría explicarle a otra persona porqué la Sinfonía n.° 40 de Mozart es bellísima, o porqué La Gioconda de da Vinci parece estar sonreída, pero también triste, pero también enfadada, y la imposibilidad no responde a lo difícil que es definir una obra de arte, sino a que el arte, por ser arte, más allá de entenderse, se siente, y eso mismo sucede con el cine.
M.D.